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viernes, 1 de marzo de 2019

Micrófono Abierto, GABRIEL RODRIGUEZ-PAEZ


Micrófono Abierto



 GABRIEL RODRIGUEZ-PAEZ

Escritor novel. Actualmente cursa cuarto semestre de Filosofía en la Universidad Nacional Abierta y a Distancia UNAD. Reconocimiento de la Real Academia Española de la Lengua 1999. Egresado del taller de cuento Ciudad de Bogotá 2010. Taller de cuento Ciudad de Bogotá 2013 donde participó como corrector de estilo. Ha publicado la novela No te fíes de las voces en Amazon.com y autoreseditores.com. Su texto “No mamá, no eran” fue recientemente publicado en la revista literaria Noches Extrañas, en su edición de Abril 2018.  Escritos suyos están publicados en la página literaria Falsaria.com

SEMBLANZA
Gabriel Rodríguez-Páez es un escritor que pendula entre lo heroico y lo ridículo. Uno de esos talentos prematuramente envejecidos que se debate entre las palabras que desea escribir y las que debe desechar.  Su obsesión es la obra. En singular. Porque un escritor nace cuando su obra es leída, simplemente. Por muchos, pocos o uno. Porque es la obra la que, en definitiva, le confiere vida a su autor y no a la inversa. En lo tocante a él, por lo menos.
Su personaje es El Fantasma de la Ópera. Al igual que él, crea obras maestras desconocidas para un público ilusorio tejido de porvenir. Escribe -o se propone escribir- para la posteridad: su voluptuosidad de artista apócrifo le obliga a consolarse con ese pensamiento. A fuerza de componer personajes contrariados por su destino terminó por parecerse a ellos en su desventura: el fracaso de escribir para el silencio. Sin embargo, todavía le queda el aplomo suficiente para burlarse de su destino y del alumbramiento de la publicación en papel. Sabe que tarde o temprano llegará su hora. Irremisiblemente. Mientras tanto hay que escribir, siguiendo su itinerario artístico. Salpicado de atardeceres soleados, de horizontes grises, de abismos y desiertos. Contemplando su destino con ojos de águila, enfrentando los abismos de sus inseguridades y las soledades de su talento. La pluma: su destino. Siempre lo fue, sólo que ahora cree en lo que escribe.

LAS PREGUNTAS

Bienvenidos a esta tercera entrevista del año, mi nombre es Ana Saavedra y ahora estamos ante un escritor novel de nombre Gabriel Rodríguez, él usa como pseudónimo el de Bernardo Guardi. Así que, para comenzar a conocerlo, comencemos con las preguntas.



Bienvenido Gabriel, comenzamos con una pregunta básica, pero no menos importante. ¿por qué escribes?
Buenos días Ana y gracias por la oportunidad. Escribo porque no puedo evitarlo. Porque las historias se me presentan, porque sueño escribiéndolas y porque las veo aparecer en el papel. Y como no puedo evitarlo porque es una necesidad urticante, le he puesto a ese impulso irrefrenable la responsabilidad abrumadora de hacerme digno del mundo de los hombres. Le he conferido la misión de hacerme ser algo a través de las letras. Seré alguien porque las letras así lo dispongan.

Puedes recordar algún momento de tu vida en que te diste cuenta de que, llegado el tiempo, querías dedicarte a escribir. ¿Lo compartes con nosotros?
La literatura siempre ha estado ahí. Cuando era pequeño soñé con una historia y la plasmé en el papel. Y esa historia se convirtió en muchos cuadernos manuscritos que escribí hasta los quince años y después decidí perderlos. Cuando terminé el bachillerato redescubrí las letras gracias a una tutoría que le hice a un niño. Debía presentar al colegio un cuento que reuniera los personajes del libro de Oscar Wilde Cinco cuentos y escribí mi primer cuento “El filósofo y la doncella”, disponible en mi página de Facebook Escritos de juventud: versiones definitivas. Creo que fue propiamente desde la aparición de ese primer texto cuando me decidí por la literatura.



Es curioso, creo que eres el primer escritor de Bogotá que entrevistamos en este espacio, (y eso que estamos por llegar a las 100 entrevistas en lo que va de seis años) Por lo tanto me gana la curiosidad y me declaro ignorante al respecto. ¿cómo es el ambiente literario y la recepción que tiene ante los lectores, un escritor novel?
Bogotá es una ciudad fría, lúgubre, tal como la imaginaba Gabriel García Márquez la vez en que la conoció. Y cincuenta años más adelante sigue siendo igual. Bogotá también es la Atenas suramericana. Últimamente el Ministerio de Cultura, a través de becas y premios ha impulsado las artes. Ofrece también talleres literarios cada año. Es un buen momento para un escritor novel.
Sin embargo, el camino para publicar sigue siendo difícil, como debe serlo. Para quienes estén interesados en publicar. En mi caso, no estoy tan interesado en salir en papel como en componer.

Cuéntanos sobre tu novela “No te fíes de las voces”. ¿Si tuvierais que describirlo en 10 palabras, cómo sería?
Mi primer libro publicado.
Es una novela corta colgada en Amazon, pero rigurosamente hablando, mi primer libro es el libro de cuentos publicado en la página de Facebook. Mi plan inmediato es publicarlo en Amazon con un prólogo para esa edición. Con respecto a la novela, la escribí como suelo escribir los cuentos. Es una extensa glosa del aforismo de Nietzsche sobre el eterno retorno, el reloj de arena que vuelve a ser una y otra vez. Es una cuestión que vuelve a mi pluma, la del eterno retorno, y varios de mis escritos no publicados actuales la tienen impresa. Pero es en la novela donde se hace fundamental. Un operador logístico (el que surte los productos en los estantes de un supermercado) afronta su rutina tan impasible que esa rutina se hace una con él, se hace parte de él hasta tal punto que se odia a sí mismo, odia lo que hace y ese rencor, acumulado un día tras otro, lo lleva irremediablemente a su final. Es una novela, más que surrealista, metafísica, por cuanto ya no es esa realidad velada la que se hace manifiesta, sino que realmente la realidad transgrede sus propias normas y se va más allá de la física para realizarse. 

Extrañas noches, la revista literaria que nos platicas suena muy interesante ¿cómo fue que llegaste a ella, y en qué han consistido tus participaciones?
Extrañas noches es una revista digital que acepta manuscritos para publicar. Envié el cuento no mamá, no eran y decidieron publicarlo. Es la primera publicación de un tercero de una obra mía. Fue la primera y última participación. ¿La razón? No he insistido en ello. Estoy enfocado en enviar manuscritos inéditos a concursos literarios. Así como lo hacía Bolaños. Busco ganar un tiquete de lotería para comenzar mi carrera literaria. ¿Cómo es esto? Busco un editor que se arriesgue conmigo y mi obra. 


En estas épocas el mundo literario esta conformado en gran parte por las grandes redes de apoyo que se reúnen en las redes sociales, ¿es el caso de Falsaria.com? 
En Falsaria tengo publicados la mayor parte de mis escritos de juventud, los mismos que tengo publicados en mi página de Facebook. En cuanto a las redes sociales, es una apuesta también. No sabes qué contenido se viralizará o si tenga alguna repercusión. En mi caso, apenas busco compartir algo. Lo que comparto lo tengo publicado en mi página, pero el resto del trabajo permanece engavetado en mi escritorio esperando una mejor oportunidad. No quiero ser escritor de momento, sino trascender a mi momento.

Tu presentación en tu biografía es algo poética, ¿tienes interés en ese género de la literatura?
En mi literatura intento conciliar los espíritus esquivos de la prosa y la lírica, sin lograrlo. Uno de los cuentos que me gustan por esta aproximación es Polvo de plata: un soldado del siglo dieciocho se pierde en una campaña militar y llega a un pueblo ilusorio y se enamora de una gitana. Fue el segundo cuento que escribí. Me encanta su intencionalidad lírica, su reboso de pasión, su destino trágico.

¿Quiénes dirías que son tus escritores favoritos y por qué razón?
Borges y Camus. En ese orden. Borges, para aquellos que aspiren a ser escritores, es contraproducente. Nos lleva a la emulación ridícula. Como si parafrasear el lenguaje divino fuera hablar en el dialecto inefable de los omnipotentes. Para después advertir que lo escrito merece estar en la cesta de la basura. Y volver a comenzar. Borges es el agujero negro del escritor novel: simplemente debes resistir escribir como él. Es, además de imposible, una falta de respeto con la Divinidad. Y Camus es el largo aliento prodigioso del que no tiene nada que perder y conversa con la vida sin tapujos, la confronta y saca algo para sí, comunicable acaso, pero solo para sí. ¿Y para el resto? Queda lo que produzcamos después de sajarnos vivamente con nuestras propias disquisiciones. La obra cumbre de Camus no es La peste: es La caída.

El público ilusorio que imaginas llegarán a leerte, cómo es; si tuvieras que describirlo, ¿qué imagen mental tienes sobre él?
Yo soy el fantasma de la ópera: el compositor oculto al mundo que crea en las cloacas obras de arte desconocidas e inactuales, pero que, llegado el tiempo, por sí mismas, saldrán a conquistar su botín en el mundo. Galileo dijo que su teoría no sería bien recibida, pero eso no importaba: la naturaleza tuvo que esperar siglos para que alguien la pudiera traducir en cifras y medidas. Así es el arte. Quizá tenga que esperar por mucho tiempo un lector, pero la obra ya está escrita. Despido mis escritos como lo hiciera Vargas Vila: “ve, libro mío, lucha tus batallas”.
Mis lectores son seres que comparten mi destino de apátrida, los seres que habitan las catacumbas intentando producir algo que jamás se haya hecho. “Iría hasta el fondo de lo desconocido por encontrar algo nuevo” escribiría Budelaire. De esta línea soy yo: no que antes no se haya dicho o expresado, sino que no se haya pensado hasta las últimas consecuencias. Zarathustra nos socorre en este aspecto: sed fieles a la tierra. Y Schopenhauer nos declara que, para ser artistas genuinos, debemos poner entre nuestro tiempo y nosotros muchas fanegadas de tierra. Hay que ser inactuales para ser inmortales. Hay que ser provincianos para hablarle a la universalidad del alma humana. Los que buscan ese destino, los que se ocultan al mundo para explorar en sus profundidades y salir a la superficie con el producto de ese vagabundaje, esos son mis lectores. Los abismos que claman a otros abismos.

Pareciera que hubo un momento en que no estabas tan seguro de tus palabras puestas en papel, en parte es algo común en casi todos los escritores, al menos una etapa, ¿qué fue lo que te decidió a dejar atrás las dudas y animarte a publicar de forma independiente?
Tienes razón. En el 2000 comencé a escribir una novela que me llevó cuatro años y cuatrocientas páginas. Y al final resultó ser un monumental fracaso. La perdí, felizmente. En los años posteriores me dediqué a escribir cuentos, bosquejos de proyectos, argumentos de obras… solo visiones. Pero no tenía lo fundamental: la conciencia de la corrección. Me hice a la idea de escribir sujeto-predicado en una cadena lógica, pero tampoco funcionó. Hasta que entré al taller literario dirigido por Carlos Castillo Quintero. Entonces aprendí a corregirme. Y a desechar. Porque, como se dice, un escritor no se conoce tanto por lo que escribe sino por lo que desecha. Tuve que botar a la cesta cuentos y escritos que me gustaban, pero no eran potables, legibles. Y tuve que hacerlo porque no pude corregirlos, reescribirlos. No he terminado, porque estoy ocupado en otros proyectos y nuevos proyectos se me presentan, pero fue gracias a ese taller donde me decidí con seguridad por las letras.

Cada cabeza es un mundo, y cada escritor es un método de creación literaria diferente. ¿cuál es el tuyo?
Mi método es el sueño, la visión onírica de una historia velada en tinieblas. Como los sacerdotes de Delfos cuando se disponían a escuchar la voz de su dios para declararla al consultante. Yo duermo. Las mejores historias que tengo las he soñado. Las historias las veo, y luego las transcribo en el papel para no olvidarlas. Pero lo fundamental es el sueño. Hay que escribir lo más rápido que se pueda, lo fundamental de aquella visión y luego dejarla guardada.



¿Tienes algún proyecto literario en que estés trabajando actualmente?
Actualmente trabajo en mi novela fundamental. En mi Orfeo. Una ambiciosa novela de 150 páginas sobre un escritor que escribe una novela que vaticina el fin de los tiempos. Y como se describe en la novela, sucede el apocalipsis. Por otro lado, planeo seguir escribiendo mi blog El nuevo tintero, pero la pluma hasta ahora se ha resistido y no he podido echar la primera línea.

¿Qué consejo darías a las personas que nos leen y no saben si seguir el camino de la literatura, si sus palabras tengan valor para alguien más y todas esas dudas que comúnmente atraviesan por la mente de un escritor en potencia?
Para el aspirante a escritor mi consejo es éste: si puedes dejarlo, si puedes vivir sin tomar la pluma, si puedes elegir otra cosa para hacer con tu vida, hazlo. Desiste de la literatura y busca otra cosa qué hacer con tu vida. Pero analiza tus aspiraciones por la pluma. ¿Buscas celebridad, fama? Dedícate a cantar reguetón o a ser actor. Busca tus motivaciones para escribir. Si no estás lo suficientemente convencido para vivir de este suplicio, por favor dedícate a otra cosa: la literatura, más que cualquier otra arte, necesita gente desaprensiva, desprendida de las alhajas del reconocimiento para ser algo medianamente bueno. El aspirante a escritor debe saber que, lejos de la idea romántica de que aquel que escribe se hace famoso, la literatura exige vida y sangre para darnos un fruto apreciable. Y ese fruto no siempre es dulce. Ser escritor es ser como el profeta Elías huyendo de la muerte. Es maldecir a su Dios y resignarse a morir, para que ese Dios nos envíe alimento del cielo y seguir el camino. Esa es la literatura auténtica. La perenne, la inmortal, la que vale la pena ser leída.

Una pregunta que siempre me gusta hacer a los entrevistados. Si tu novela fuera a ser producida por un famoso director de cine, ¿A quién elegirías?
Me gustaría producir el cuento Noches en satin blanco, disponible también en mi página. Y que lo dirigiera Kubrik.

Muchas gracias por aceptar esta platica, ojalá que tu camino entre las letras sea tanto fructífero como exitoso, cuenta con nosotros para lo que necesites, un placer dialogar contigo. ¿Quisieras decirnos unas últimas palabras?
Gracias por la oportunidad.



SINOPSIS

Juan y John son dos compañeros de trabajo en un supermercado. Los diferencia su actitud frente a su trabajo. Pero esa diferencia, mediante transcurre el relato, termina por hermanarlos. Uno y otro se dará cuenta que su día no es más que un teatrino donde un demiurgo los dirige con hilos invisibles. La novela es un catecismo de elecciones. 

Decidió comenzar a leerla en las condiciones en que se ambientaba el primer capítulo, según le mencionó quien le prestó el libro: a eso de las tres de la mañana, iluminado con una tenue bombilla y disfrutando de un cigarrillo. Importante que fuera en la sala y (el detalle que más le impresionó) frente a un espejo que lo tomara de cuerpo completo. El ejercicio le pareció simple: a medida que avanzara en la lectura debía chupar el cigarrillo y escupir el humo al reflejo. Debió advertirle lo que le ocurriría una vez llegara al pasaje sobre la mujer gótica.

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ESCRITOS DE JUVENTUD: VERSIONES DEFINITIVAS.


Ana Saavedra


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