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viernes, 11 de febrero de 2022

Las aventuras de mamá, entre cometas y preguntas

 “Los libros no se han hecho para servir de adorno: sin embargo, nada hay que embellezca tanto como ellos en el interior del hogar". 

Harriet Beecher Stowe .



Mis queridos Anaquelianos gracias por acompañarme nuevamente en nuestro querido rincón de Anaquel Literario. Permítanme iniciar nuestra aventura con una pregunta: ¿Porqué les gusta leer?


Había una vez una niña de cabello rizado, flaca como una escoba y llena de preguntas incómodas como la entusiasta Mafalda. Esta niña siempre estaba moviéndose de un lado para otro, lo cual provocaba que su mamá perdiera la paciencia varias veces al día. En una ocasión su papá tenía en sus manos un libro, pasaba mucho tiempo observándolo, según pensaba ella, esto llamaba su atención de sobremanera. ¿Que tenía de importante aquel objeto para que su papá pasara horas con él? Se preguntó mientras observaba desde lejos. Así que decidió averiguarlo. Cuando se presentó una oportunidad ella tomó el libro en sus manos y se fue corriendo a su rincón favorito, allí podría entender por fin que era lo que escondía ese artefacto extraño. Pero sólo encontró letras y más letras, no había dibujos impresionantes ni espacios para colorear. Entonces, ¿qué era lo que hacía tan interesante a este libro? Se preguntaba mientras lo hojeaba. Su padre que había descubierto las actividades delictivas de su hija observaba desde la sala, disimulando una sonrisa. Cuando la niña se dio por satisfecha con el libro salió a encontrarse con su papá y de manera tímida le dijo:



—Papá, no entiendo que es lo que haces con este libro, sólo tiene letras, no hay cosas divertidas en él.

El papá evitando reír ante a la consternación de su hija le contestó:

—Lo divertido de un libro es lo que te dice con sus letras, puede llevarte a mundos mágicos o mostrarte como viven las personas del otro lado del mundo. Sólo tienes que abrirlo y comenzar a leer.

—Pero yo todavía no aprendo a leer papá, sólo tengo cuatro años.

—Ya aprenderás, sólo es cuestión de tiempo.




Y así sucedió, la niña aprendió a leer, para cuando se sintió preparada le pidió a su papá aquel libro que alguna vez había tomado prestado. Conforme fue leyendo las páginas, se sumergió en una historia llena de aventuras, misterios y destinos envueltos en tragedias. Quedó fascinada. El libro llevaba por nombre La Princesa Hatshepsut. Este fue el primero de una lista interminable de lectura que hasta el día de hoy sigue creciendo.

Se preguntarán quien es esta niña. Bueno, hoy se dedica a contar las aventuras de su camino por la maternidad acompañada de sus amigos los libros.


Se sentía arrastrado por el misterio de las palabras, seducido por aquel mundo secreto que le estaba prohibido.

En estos días pasados leí el libro Cometas en el cielo de Khaled Hosseini; en mi perfil de Facebook apareció una recomendación sobre él, días después mi mamá me preguntó si ya lo había leído y en repetidas ocasiones me aparecieron artículos citándolo en mi página de noticias, por lo tanto obedeciendo las señales del universo dije para mis adentros imitando la que imagino sería la voz del gran empeador romano Julio César: Alea iacta est. La suerte está echada. Y tal cual niña obediente me dí a la tarea de buscarlo para iniciar mi aventura lectora.


Para él, las palabras de las páginas no eran más que un amasijo de códigos, indescifrables y misteriosos. Las palabras eran puertas secretas y yo tenía las llaves de todas ellas.

En una tarde de ventarrones que azotaban todo lo que encontraban a su paso, Valentina me observaba desde el castillo que habíamos fabricado con las cobijas de estrellas debajo de la mesa de la cocina, yo sentada en un sillón no me percataba que ella me estaba hablando.

—¡Qué me hagas caso mamá!— me dijo frustrada

—¿Qué necesitas?— le pregunté levantando la vista.

—¿Qué tiene de interesante ese libro para que no me hagas caso?— manifestó mientras se sentaba junto a mí.

La verdad no supe que contestarle, este libro me hizo llorar de coraje y frustración, incluso me provocó ganas de ahorcar al autor en más de una ocasión. Este libro lo sufrí mientras lo leía.

—Estoy leyendo un libro sobre una historia de unos niños que vuelan cometas— fue lo único que acerté a decir. No podía contarle nada más.

Mi explicación la convenció ya que tomó a su muñeca favorita en turno y la invitó a una fiesta del té en su castillo. Yo seguí con mi lectura. Tenía que saber el final de esta historia lo más pronto posible sino me iba a dar un colapso lector.

Tal vez sea injusto, pero a veces lo que sucede en unos días, incluso en un único día, puede cambiar el curso de una vida, Amir.


Cuando terminé el libro, mi corazón estaba hecho trizas, no sabía si dar gracias o soltarme llorando. Pensé inclusive en escribir una carta al autor desahogando mis sentimientos, pero después entendí que podría llegar a ser catalogada como amenaza terrorista, por lo cual me obligué a desistir de ello. No estaría sufriendo en este momento a causa de una historia si no hubiera sido por aquel libro que leí por primera vez hace muchos años, el libro que me convirtió en lectora. 




Tuve que encontrar la cura para mi situación, buscar un libro que me permitiera adentrarme a un mundo completamente diferente, así que tomé varios de los estantes y le pedí a Valentina que cerrara los ojos y al azar escogiera cual sería mi próxima lectura.


Anaquelianos me despido de ustedes no sin antes desearles que encuentren un libro que los haga experimentar sensaciones únicas, viajes indescriptibles y aventuras interminables desde la comodidad de su sillón favorito. Hoy me despido como inicié nuestra aventura, preguntándoles:

¿Cómo fue su primer encuentro con un libro? ¿Recuerdan cuál fue el que los convirtió en lectores por vocación?


Erika C.





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1 comentario:

  1. Los libros de texto de la escuela, recuerdo que me encantaba leerlos y releerlos, después de ellos, tomaba las enciclopedias de historia, biología, física y matemáticas ¡Me encantaba!

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