viernes, 27 de mayo de 2022

Carta a un libro maldito, Aventuras de una mamá lectora

 Aprender a leer es encender un fuego; cada sílaba pronunciada es una chispa.

Víctor Hugo



Mis queridos Anaquelianos:

Hay veces que la vida nos atrae con su inercia a situaciones que ponen a prueba nuestros sueños y deseos. ¿Acaso, será que el amor que le profesamos a esos anhelos se nos apaga? Cual veladora que lucha por romper la oscuridad que se cierne sobre ella,  alejándonos poco a poco del camino que habíamos forjado.

Bueno, a veces, las circunstancias son abrumadoras, otras simplemente la vorágine de una existencia que a momentos se antoja egoísta, y a la que no le importa cuantas historias estén a punto de tomar vida con el trazo de la pluma, nos hace existir en una realidad donde las letras que habitan en los libros siguen sin cobrar vida; sin importarle las ganas que tengamos ya sea de escribir, o dedicar un momento a leer.

Todo esto suena dramático ¿verdad?

Ha sido mi diario existir en éstos últimos días. Mis responsabilidades me han arrebatado esos momentos tan apreciados entre las páginas de un libro, dejándome espacio únicamente para el deber.


“La gente que tiene una vida opaca siempre curiosea todo lo que pasa más allá de su puerta”





Últimamente así pudiera expresarme; mi vida se siente opaca, existiendo en el deber y no en la libertad del ser. Y, si así me lo permiten, dejenme aclarar un poco la situación. Por que, no es que me queje de mis responsabilidades, al contrario, hubo un tiempo que mis oraciones estaban llenas de ruegos por tener lo que ahora poseo. Pero hay días en que debemos estar presente en tantos momentos, que a veces, uno deja de existir.

¿Porqué mis letras son tan amargas?

Hace días tomé un libro entre mis manos. Ese momento emocionante cuando se está por iniciar una nueva aventura de la mano de un escritor, que promete llevarnos a espiar por una cerradura realidades que pocas veces hemos de vislumbrar.

Allí estoy, sentada muy de mañana, con un libro. Abro lentamente sus páginas, disfrutando de ese bello aroma, a libro viejo, en el que nuevamente iniciará su vida, a través de mis ojos.

No pasan unos minutos para cuando unos piecesitos retumban sus pasos por el pasillo dándome a saber que mis momentos de lectura han llegado a su fin.

Más tarde será. Me prometo vehementemente.

El día transcurre entre situaciones culinarias, deberes existenciales y juegos en la tierra de las hadas que no deseo perderme por ningún motivo. La noche ha caído. Tomo el libro nuevamente con la esperanza de leer antes de dormir. Mis párpados se cierran antes de terminar la página.

Mañana será.


“Me entregué ciegamente a mi destino como quien se lanza a un abismo. Pero esperé, esperé y te esperé como si estuviese esperando mi destino”


La mañana siguiente renuncié a unas muy necesarias horas de sueño para dirigirme a ese rincón y poder existir en un mundo diferente al mío. Los pasos de mi marido interrumpieron mi solitud. Minutos después escucho:

¿Dónde está la cosa esa que puse aquí ayer?

En mi mente imágenes de una vida siendo viuda acuden a mí; ayer le dije que guardara muy bien lo que hoy anda buscando.

Le recuerdo donde lo puso y sigo con mi lectura. Dos renglones más tarde me dice:

Oye, te acuerdas de…

Y comienza a contarme una historia sobre personas que desconozco. Cierro mi libro pausadamente, suprimiendo las distintas representaciones que llegan a mi imaginación mostrandome variadas formas de tortura.

Al terminar el relato vuelvo a mi lectura. Un párrafo más tarde:

Te parece si mañana vamos a …

Nuevamente me interrumpe con una serie de situaciones que en este momento parecen irrelevantes. ¡Quiero leer!

Ya no te molesto más — me dice con una sonrisa que en este preciso momento me parece infernal.

¡ Al fin! 

Continuo con mi lectura por unos instantes que se sienten cual estrella fugaz, para cuando un pequeño grito desde la habitación me anuncia que mis consuelos maternales son necesarios para borrar los estragos de una pesadilla. 

Mi libro queda olvidado en un rincón.

El día transcurre igual al anterior y mis minutos de lectura son inexistentes en una realidad que se siente como el deja vú de la vida de Sísifo.


“ Y creo que si me llamaras cuando estuviera reposando en mi lecho de muerte, tendría la fuerza suficiente como para levantarme e ir hacía ti”

Los acontecimientos anteriormente descritos fueron una exacta copia de la cotidianeidad que ha embargado mi residencia en este mundo.

Ahora al escribir estas palabras he recordado que años atrás, cuando compré el libro, también al intentar -sí, es correcto, sólo intenté- leerlo, una serie de eventos  me impidieron saber de que se trataba; por lo que volvió al librero sin haber cobrado vida entre mis manos. ¿Estará bajo una maldición acaso?

Por lo cual decidí cambiar de libro, más no lo olvidé, lo sigo cargando en mi bolso para aprovechar cualquier instante desaprovechado.

El nuevo libro lo tengo junto a mi cama, pero no he pasado de la página número veinte ¿Algún hechicero sin nada que hacer me habrá utilizado como su conejillo de indias? Dejé pasar los días, tal vez mi faceta de lectora ha llegado a su fin, pensé.

Pero un club de lectura al que pertenezco, cual fantasma arrinconado, ya que mi presencia en las reuniones es casi nula, compartió un libro titulado “Carta de una desconocida” de Stefan Zweig. Fue mi salvación.

Abrí el texto, sólo para ver de que se trataba, pero me enganchó de tal manera que de pronto ya iba casi a la mitad de la historia. El tiempo se detuvo, las interrumpciones cesaron su existir, sólo fuimos el libro y yo por un momento que tenía sabor a gloría.

Es una novela corta, pero rompió el hechizo bajo el cual me encontraba. Fue mi tabla de salvación. 

Un día después lo había terminado. El autor jugó con mis sentimientos y me hizo sentir que moría al concluir el último párrafo. Había vuelto a existir entre las páginas de un libro.

Ahora miro con recelo el texto que está en mi bolso ¿Podré retar a los dioses y quebrantar su maldición esta vez?

No lo sé. Esta historia la dejaré para después.





Me despido mis queridos Anaquelianos, deseándo que puedan romper las ataduras de la vida diaria entre las páginas de un libro, y conocer un nuevo autor entre las historias reales de personas imaginarias. 

Mientras tanto yo me sentaré a leer…



Erika C.






viernes, 13 de mayo de 2022

Aventuras de una mamá lectora, la niña en busca de un día especial

 Guarda bien tus momentos libres. Son como diamantes sin cortar. Deséchalos y su valor nunca será conocido. Mejóralos y se convertirán en las gemas más brillantes de una vida útil.

RALPH WALDO EMERSON

 

 

 

Mis queridos Anaquelianos, nuevamente nos encontramos en medio de libros, aventuras e instantes que llamamos vida. Gracias por el privilegio que me dan al compartir conmigo un momento de sus días. Esta mamá lectora tiene el corazón lleno de agradecimiento para ustedes.

 

Permítanme iniciar nuestra conversación haciéndoles una pregunta: Cuándo eran pequeños, ¿qué soñaban con ser de grandes? ¿Lograron realizar lo que de pequeños se dormían soñando que serían? Bueno, creo que es más de una pregunta. Pero, a veces, es importante que recordemos nuestros deseos de la niñez, para ya sea que, tomemos una diferente dirección en nuestra vida o nos demos un nuevo impulso en el camino que llevamos andado.

 

“ La valentía de la confesión eleva el valor de los hechos”

 

Mi pequeña Valentina tiene una idea muy clara de lo que quiere ser cuando, cito sus palabras: “Sea grande como tú”. Haciendo una pausa aquí, me ha puesto una gran responsabilidad sobre mis hombros, ya que siendo su ejemplo  a seguir, tengo que aspirar a hacer las cosas mucho mejor, a triunfar con ganas y a fracasar con valentía, mostrándole así, que la vida tiene más de una cara, y que en todas aprendemos siempre. Perdón por desviarme de mi conversación, ustedes ya me conocen, entro en detalles que me hacen reflexionar y perderme a momentos. Bueno, la pequeña gobernadora de esta casa; éste es el nuevo título que se ha ganado a pulso, ha declarado en más de una ocasión que quiere ser doctora y astronauta. ¿Acaso, saben ustedes por dónde debemos empezar el camino para llegar a este destino? 

 




En distintas ocasiones le he preguntado acerca de su vocación y su respuesta es siempre la misma. Creo que la culpa la tenemos su papá y yo, ya que en las noches antes de dormir, nos ponemos a ver documentales sobre el espacio y la Física; confieso que en algún momento yo ponía esos documentales porque me gustan mucho, pero también, con la esperanza de que mi pequeña se aburriera pronto y se rindiera a los brazos de Morfeo. Nota al lector: Esto nunca sucedió. El lograr dormir a esta bola de energía en movimiento constante, es una tarea que tal vez sólo los dioses del Olimpo pudieran enfrentar. Esto es tema para otra ocasión, mis queridos Anaquelianos.

 

Dado su interés constante, he buscado personajes inspiradores en los que ella pudiera verse reflejado, y gratamente nos hemos encontrado con una chica muy especial, que alguna vez nos dijo: 

No dejes que nadie robe tu imaginación, creatividad o curiosidad. Es tu lugar en el mundo, es tu vida. Continúa y haz todo lo que puedas con el, y haz que sea la vida que quieras vivir” Mae Jemison, astronauta. Estas palabras resonaron profundo en nuestros corazones. Y ya sea que algún día se ponga un casco de astronauta, o se cuelgue un estetoscopio al cuello, o quiera sacar cuentas en una empresa, no me importa, lo que de verdad anhelo es que sea feliz mientras lo realiza.

 

“La verdad de que el amor es la meta última y más alta a que puede aspirar el hombre”

 

Esto me lleva a otra aventura que quiero compartirles Anaquelianos. Valentina en más de una ocasión me pregunta: 

     Mamá, ¿Qué día especial es hoy? 

     Todos los días son especiales, mi corazón chiquito.

     No mamá, pero ¿ahora haremos algo divertido cómo el día que jugamos al espacio y los astronautas?

 

Y a esta mamá, las maneras para mantener entretenida a su pequeña se le estaban acabando, hasta que por gracia divina una idea se plantó en su cabeza y germinó en forma de una actividad singular. Cada mes elaboramos un calendario, es toda una ocasión especial, ya que nos sentamos con muchas hojas, marcadores y colores mientras discutimos seriamente el diseño del mes que estamos por empezar, luego anotamos todas las fechas relevantes, para estar preparadas. Pero, se me ocurrió, que podía señalar “días peculiares” para que tuviéramos algo diferente que hacer. Mi querido amigo Google me ayudó mucho en esta tarea, ya que me asistió en una investigación donde descubrí que cada día se celebra algo único en algún rincón del mundo. Y ahora, esas fechas están marcadas en los días de nuestro calendario.

 

“El hombre tiene la peculiaridad de que no puede vivir si no mira al futuro”

 

Por ello cuando mi Valentina me pregunta ¿Qué día especial es hoy? Yo con una sonrisa le contesto: “Mira el calendario, veamos que nos toca”. Hemos festejado el día del atún, ya se imaginarán que estuvo en el menú; en el día de la astronomía por la noche salimos a ver las estrellas y ahora último el día de los calcetines perdidos. Todos los días hay algo que celebrar, y si nuestro día está en blanco, celebramos no hacer nada. Que también es válido.


 

“Qué es, en realidad, el hombre” El ser que siempre decide lo que es. Es el ser que ha inventado las cámaras de gas, pero asimismo es el ser que ha entrado en ellas c

on paso firme musitando una oración”

 

Quien me inspiró en buena parte a realizar estas actividades con mi pequeña, fue Viktor Frankl y su libro “El hombre en busca del sentido”. Sufrí cuando lo leí, porque el dolor de sus palabras trasminaba por las letras hasta mi diario vivir, pero también me enseñó que soy muy bendecida, en más de una manera. A veces, uno se duerme en la rutina y da por sentado todo lo que tiene, pero un libro puede enseñarnos que no siempre es así. Esta obra me ayudó a recobrar el sentido de mi vida, y también a darle esa perspectiva a mi hija.





 

“No ya sólo nuestras experiencias, sino cualquier cosa que hubiéramos hecho, cualesquiera pensamientos que hubiéramos tenido, así como todo lo que habíamos sufrido, nada de ello se habría perdido, aun cuando hubiera pasado; lo habíamos hecho ser, y en haber sido es también una forma de ser y quizá la más segura”


 


Mis queridos Anaquelianos, me despido de ustedes, deseándoles que encuentren un libro que les recuerde sus sueños de pequeños, aquellos que le daban sentido a su vida, y ahora ya de adultos tengan la bendición de vivirlos. Que se arropen entre las letras de esos autores con vivencias únicas, extraordinarias y dolorosas para poder encontrar la valentía necesaria para hacer de cada día, un día especial. Yo mientras tanto, buscaré esos calcetines perdidos.

 



Erika C.