Todos ocultamos un pedazo de nosotros mismos: instantes imprecisos de nuestra vida. Esos jirones están preñados de añoranzas, de deseos incumplidos, de amores imposibles o frustrados, de silencios necesarios, de mentiras piadosas. Llenos de la impotencia que, a veces, produce la vida. Esas pequeñas cosas que no solemos compartir con nadie, son las que nos hacen ser quienes somos, las que nos convierten en seres únicos e irrepetibles. Son las que guardamos en un rincón del alma. En esta novela, carente de sinopsis, el lector encontrará una historia real y conmovedora. Una historia que, como apunta su creadora, deber ser leída como si la protagonista saliera del presidio de sus páginas, e irrumpiera en nuestra vida del mismo modo en que lo hace una persona que nos acaban de presentar, con la que intimaremos poco a poco, día tras día. En este caso, página tras página. Todo ello bajo la sombra de un paraguas rojo. “Una novela estremecedora en la que el destino, el amor y la muerte marcan a sus protagonistas”.
Para comenzar a comentar este libro, deben saber que es el primero que leo que no cuenta con una sinopsis, como todo comentario que más tarde llamaremos reseña, siempre ha de ponerse la sinopsis primero y lo que aparece más arriba, no corresponde a una como tal, Antonia J. Corrales, lo explica muy bien, dice que no hace falta una sinopsis, porque al comenzar a leer el libro, deberemos dejar en libertad a sus personajes y es justamente lo que me ocurrió, no solo dejé en libertad a los personajes sino que también, a la imaginación.
Muy pocas veces un autor me ha dejado sin palabras, al menos sin ellas para intentar expresarme pues, cuando se involucran tantas sensaciones y sobre todo, tantos sentimientos, cuesta desgranar una novela sin dejar a la vista una parte importante del argumento dado que, en el fondo, de lo que se trata es de que cada lector lo hago suyo y saque sus propias conclusiones, “En un rincón del alma” es casi un tratado, un compendio en el que los personajes cobran vida y nos harán parte de ella.
Cuando hablamos de monólogos, pensamos en una lectura que quizá se vuelva cansada, porque la carencia de diálogos, hace de la narración algo muy lineal, pero no se equivoquen, justamente este libro no necesita ni un solo dialogo más de los que tiene, si su autora hubiera hecho lo contrario, quizá no llegaría tan profundamente al corazón.
No me voy a centrar en ningún personaje en particular, creo que hacerlo quitaría emoción y la capacidad que posee cada lector, de descubrir a través de la lectura, la esencia de ellos, solo haré una mención por encima con el propósito de que se hagan una idea de lo que se van a encontrar entre sus páginas.
Jimena, casada, dos hijos, inicia un viaje a Egipto del que “supuestamente” no regresará, es el punto que marca el inicio de la novela, sin embargo el testimonio que relata esta mujer da lugar a variados matices: por un lado y en el transcurso del trayecto, escribe una carta a su madre en la que expresa su arrepentimiento por no ser más cercana a ella, como lo habían sido sus hermanos, sentimiento que conservó a través de los años y que nunca dejó de estar presente en su corazón y por otro, la pobreza con que comienza su matrimonio pero en el que, sin duda, sobraba el amor.
Todo lo compartía con su marido, hasta que la situación económica mejoró y les permitió cambiar de barrio en donde conoce a dos mujeres encantadoras cuya amistad será a prueba de todo pero, quizá no todas lleguen hasta el final de la novela.
La complejidad de los sentimientos es inmensa, pero destaco el de la amistad porque es un bien tan preciado que, cuando se tiene el privilegio de contar con ellos, es casi tan grande como el de la familia porque a ésta última, no siempre se elige y la que uno forma, muchas veces terminan volviéndose unos desconocidos, con el tiempo, muchas relaciones se convierten más en una rutina que en la complicidad de los primeros años.
Difícil será que no te sientas identificad@ con Jimena pues a mí me pasó, una mujer que con sus dotes artísticos y su capacidad para escribir, no así para terminar de leer “El rodaballo” y ese paraguas rojo de la portada, harán que ese único narrador del que hablaba al principio, salga, cobre vida y te emocione a través de sus palabras, con sus sensaciones, con su angustia, con su pena y también su alegría.
Hace mucho que decidí no meterme en estilos, en redacción o cualquier otro detalle que tenga relación con análisis exhaustivos que a nadie interesa leer en una reseña, además este libro, para mí, es de una calidad extraordinaria, buscarle algún pero, resulta imposible. En unas cuantas palabras, esta novela es una oda al amor, escrita con amor y para aquellas personas que nunca han dejado de creer en él.
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