viernes, 20 de diciembre de 2019

Micrófono Abierto, Isabel Martínez Barquero

Isabel Martínez Barquero

Nacida en Murcia, se licenció en Derecho y ha ejercido de asesora jurídica, abogada, redactora de documentos legales y administrativos, profesora ocasional, árbitro y oficial de notaría.
Premio Hucha de Plata en la XXIV edición del concurso de cuentos Hucha de Oro.
Segundo premio en el XVI Certamen de Relatos Cortos «Imágenes de Mujer».
Ganadora del mes de marzo de 2015, en la categoría en castellano, en la IV Edición del Concurso de Microrrelatos «Microconcurso La Microbiblioteca».
Finalista en la categoría de Narrativa en los premios Fray Luis de León de Creación Literaria 2017.
Tiene publicados diez libros: tres de relatos, Linaje oscuro, El cauce de los días y Mujeres de otoño; dos poemarios, Lunas de ausencia y El nervio de la piedra; y las novelas La historia de los mil nombres, Aroma de vainilla, Diario de una fuga, La gloria venidera y La epidemia del siglo.
Fue autora del blog literario El cobijo de una desalmada (http://www.elcobijodeunadesalmada.blogspot.com.es).
Colabora asiduamente en diversos medios, en numerosos libros antológicos y en revistas literarias, así como en páginas culturales de internet. 







Bienvenida a nuestra sección de Micrófono Abierto, es un gusto tenerte con nosotros. Comenzamos con las preguntas:


PREGUNTAS


¿Cuándo nace en ti el gusto por escribir?
Creo que el gusto por escribir va muy ligado al gusto por leer. A los cuatro años empecé a leer y, desde entonces, no he parado. En mi niñez, la lectura me fascinaba, pues era una llave para entrar en otros mundos, no tangibles, sí, pero no por eso menos atrayentes.
Me recuerdo con muy pocos años en la labor de narrarme a mí misma historias cuando mi madre o mi abuela me castigaban un rato en un cuarto oscuro donde no podía leer (era muy traviesa). También lo hacía cuando esperaba el autobús del colegio. En ambos casos, el poder de la imaginación se alzaba como un escudo frente al miedo a la oscuridad o un paliativo contra el tedio de la espera. Por tanto, muy pronto descubrí los caminos salvadores de la narrativa, aunque fuera oral o mental, frente a la dura realidad.
Después, ya con diez años, escribía algunos cuentecillos y pequeños textos. 
En la adolescencia, me invadió el gusto por la lírica y me dediqué a escribir poemas con ahínco.
Y así continué hasta ahora, si bien se ha afianzado en mí con el paso de los años la tendencia a la narrativa, el gusto por contar historias.


¿Quiénes son tus autores favoritos?
Depende mucho de la época e, incluso del momento concreto y del estado de ánimo. Resulta imposible por cuestiones de espacio nombrarlos a todos, pero me doy cuenta de que hay nombres y obras que surgen siempre a lo largo de los años, autores a los que recurro con frecuencia, con los que llevo una larga conversación interior, como pueden ser san Juan de la Cruz, Gabriel García Márquez, Luis Landero, Luis Cernuda, Clarice Lispector, Rilke, Eliot, Ignacio Aldecoa, Miguel Espinosa, Antonio Machado, Gonzalo Torrente Ballester, José María Merino, Enrique Vila-Matas,  Djuna Barnes, Thomas Mann, Dostoievski, César Vallejo, Iris Murdoch, Virginia Woolf, Julio Cortázar, John Cheever, Paul Auster, Siri Hustvedt… Siento que me quedo corta; pero aun cuando pusiera más nombres, siempre me dejaría a alguno en el tintero.


En tu opinión ¿Qué se necesita para escribir?
Sin carácter exhaustivo ni jerarquía entre lo que voy a indicar a continuación, para mí son imprescindibles:
Conocer lo mejor posible el lenguaje, el instrumento a través de cual nos comunicamos, nos encontramos y nos perdemos. La lengua, el idioma, es el arma del escritor, el vehículo que le permite expresarse. No entiendo a los autores que dicen desdeñar el lenguaje, es un contrasentido. Hay que amar y cuidar nuestro instrumento de expresión, aunque luego se lo violente (para eso conviene conocerlo a fondo, claro).
La tendencia indomable a inventar historias. La imaginación invade la mente del escritor. Cada hecho, cada actitud o cada cosa que observa le propone una historia, le sugiere secretos escondidos que deben ser desvelados. Los que se imponen con permanencia en su mente son los que se traducen en relatos o novelas, porque resulta imposible escribir todas las historias que los estímulos interiores o exteriores le susurran, no hay tiempo material para ello.
La mirada. Cada humano tiene una manera peculiar de mirar, de observar, de enfocar la vida en cualquiera de sus manifestaciones. El escritor posee una forma propia de estar en la vida, pues su mirada crea mundos donde le apetece perderse él mismo y, con suerte, después les apetecerá a otros. La mirada, el enfoque, es especialmente relevante a la hora de escribir, porque imprime el tono de la historia, la manera de contarla. Según como miremos, así lo escribiremos.
Pasión. Sin pasión, entendida como gusto y pulsión extrema por la escritura, es difícil escribir, ya que la escritura literaria es una actividad creativa que nos aleja del mundo, aunque no los explique como maravillosa paradoja.
Amar la soledad. La escritura se practica en solitario, nos aleja de la vida real. Hay que asumir que se van a pasar muchas horas al día sin el contacto con los demás.
Paciencia. Escribir es una carrera de fondo. Como regla general, no se obtienen resultados inmediatos y, mucho menos, éxito. Hay que ser perseverante pese a todos los escollos del camino. Conviene no perderse en fantasías: cabe la posibilidad de que jamás seamos reconocidos, valorados, y pese a ello, nuestro amor por la escritura permanezca incólume. Hay impresionantes ejemplos en la historia de la literatura de autores que jamás fueron reconocidos en vida, como Kafka, por citar uno de ellos.


Cómo fue que comenzaste a mostrar al mundo lo que escribías, ¿recuerdas alguna anécdota?
Durante mi juventud, mientras estudiaba mi carrera universitaria, me publicaron algunos poemas en revistas literarias. 
Después, me engulló el trabajo y apenas si intenté publicar nada, excepto dos obras que no tuvieron suerte en los portales donde las presenté.
Hace diez años, muy alejada entonces del mundo literario, me decidí a mostrar en público algunos textos en mi blog: El cobijo de una desalmada y, de ahí, me animé a la aventura de publicar, aventura que hoy continúo. Aun cuando ya había decidido que no publicaría nunca más, cambié de óptica. Aparte de la necesidad de ser leída que se hacía más fuerte, me apliqué la máxima de no juzgarme a mí misma, sino que lo hicieran los demás, lo que me permitió lanzarme al ruedo.
Como anécdota puedo contar que cuando me animé a publicar mandé una novela a una editorial que admitía manuscritos de autores noveles. Me respondieron a los seis meses diciéndome que no encajaba en su línea editorial. Ante esta negativa, la subí por mi cuenta a Amazon. En dicha plataforma se fue haciendo fuerte hasta que entró en el top cien durante tres meses e, incluso, estuvo en el número 1 de dicho top de los libros más vendidos en español durante 3 días. Pues bien, con dicha visibilidad me hicieron una serie de propuestas editoriales, entre ellas una muy insistente que provenía de la editorial que me había rechazado poco antes. Que cada cual saque sus propias conclusiones.


Podrías contarnos ¿cómo es que se compagina tu carrera profesional con la escritura?
Cuando tenía carrera profesional se compaginaba muy mal con la literatura. Aunque no publicara, no podía vivir sin escribir y mis jornadas laborales eran maratonianas, de mañana, tarde y, en muchas ocasiones, buena parte de la noche. Apenas me quedaba tiempo para leer o escribir, por lo que si quería hacerlo no me quedaba más remedio que robarle horas al sueño, dormir muy poco, y aprovechar vacaciones y jornadas festivas.
Ahora tengo más tiempo para dedicarlo a la escritura, aunque a veces se juntan muchas obligaciones y enredos inaplazables que le roban espacio.


Veo que has participado y ganado varios concursos literarios. Desde tu experiencia ¿Qué se necesita para ganar un concurso literario?
No tengo ni idea. Estas cosas ocurren y ya está, te tocan, lo mismo que puede tocarte la lotería. El mundo de los concursos literarios es un misterio para mí. 


¿Cómo ha sido tu experiencia abriéndote camino en el mundo tan competido de la literatura?
Ha habido de todo: ratos buenos y malos, experiencias agradables y desagradables. Es muy difícil abrirse un hueco en este mundo tan disputado, lo que ocasiona bastante desánimo en ocasiones. A mi modo, lo combato escribiendo sin cesar y no dándome por vencida en la lucha. Para mí el éxito mayor consiste en poder escribir. Si desde un punto de vista externo consigo que me lean, que me den una oportunidad, y me refiero tanto a lectores como a editoriales, ese éxito interior se corona en el reconocimiento y me hace muy feliz.


Platícanos sobre “La epidemia del siglo”, ¿cuál dirías que es el mensaje principal?
Se trata de una distopía político-sanitaria que ocurre en el escenario de un mundo uniforme durante los años 2049 y 2050. Tiene una marcada carga crítica, sobre todo contra las grandes fortunas de nuestro planeta, contra los políticos en general y contra los laboratorios farmacéuticos.
Al ser un texto distópico, su mensaje podría deducirse de lo que en la novela se narra, esto es, avisa o advierte de los grandes males que pienso que penden sobre los seres humanos en un futuro no tan lejano.


En Anaquel Literario nos encanta soñar, si tu novela fuera producida en cine, ¿a quién elegirías de director y actor protagónico?
Puesta a soñar, elegiría a un director ya fallecido: Bernardo Bertolucci. La fuerza de su película Novecento aún pervive en mí y creo que su atmósfera y espíritu le irían de maravilla a La epidemia del siglo.
Como actor principal, si es que hay un personaje protagonista único en la novela, pues es muy coral, veo a Robert de Niro en el papel de Leopoldo Rubio.


Cuéntanos, ¿cuál es tu método a la hora de escribir?
Escribo sin método, me dejo llevar por mi instinto y, después, soy implacable en la corrección.
Con respecto a mis novelas, en ocasiones he comentado que funciono como una olla a presión. Parto de una idea previa que dejo que se me haga grande en el pensamiento; es decir, pongo en la olla unos pocos ingredientes a ver si dan para un buen guiso. Como no soy escritora de guiones previos, fichas, esquemas o planos, sino de brújula, la historia surge y se desarrolla de manera vaga en mi cabeza, o, por seguir con la metáfora, los ingredientes se mezclan en la olla con el agua. Cuando sé que la historia me tiene atrapada por su persistencia en mi mente, agrego más ingredientes, el agua alcanza el punto de ebullición y el émbolo de la olla silba, lo cual significa que he logrado el tono y la atmósfera que quiero darle, el narrador que la va a contar, la estructura con la que la voy a vestir… Es entonces cuando la pulsión por la escritura es irresistible y me aplico a ella con una actitud casi enfebrecida, perfilando los detalles y agregando al guiso muchos nuevos ingredientes que van a matizarla y enriquecerla.
Por tanto, eludo tener esquemas prefijados que me resten libertad, aunque no puedo prescindir de las notas tomadas en un cuaderno mientras avanzo en la escritura; en esa fase, surgen muchísimas ideas. Y detesto saber los finales, prefiero que estos se impongan por sí mismos y no me hagan perder el misterio mientras escribo la historia. 


En qué forma has publicado tus libros. ¿Editorial tradicional, coedición, autopublicación?
De todo ha habido. Tengo libros en editoriales tradicionales y otros autopublicados. Soy lo que se denomina autora híbrida. Depende de las circunstancias. Ahora intento editar de forma impresa con una editorial y conservar los derechos digitales de las obras.


¿Qué opinión te merece la autopublicación?
No le tengo ninguna manía y hasta puede ser muy aconsejable para no perder el control sobre la totalidad de la obra propia. Ha existido siempre y a ella han acudido nombres señeros de la literatura universal, como Virginia Woolf, Óscar Wilde, Joyce, Dostoievski, etc.


Muchas gracias por compartir este tiempo con nosotros, antes de despedirte podrías dar algún consejo a nuestros seguidores escritores.
Que lean muchísimo lo primero. Después, que escriban cuanto puedan y que no tengan miedo a romper, a tachar, que revisen y corrijan cuanto sea necesario. Por último, que defiendan su obra y luchen por ella si la consideran con calidad. Y siempre, en todo el proceso de la escritura: paciencia y humildad; sin ambas, decaerán pronto. Escribir es una carrera de fondo. Si su escritura merece la pena, ya se abrirá paso por cualquier lado, lo mismo que el agua crea su cauce para discurrir, incluso en las parajes más áridos e inhóspitos.


Mucho éxito en todo lo que emprendas.
¡Gracias, Ana!

Ana Saavedra





La epidemia del siglo,

En el año 2049, en un mundo uniforme donde los gobiernos son pocos, donde las antiguas democracias han dejado de existir y donde los políticos son títeres en manos de las familias que guían los destinos de la humanidad, Leopoldo Rubio, propietario de unos prósperos laboratorios farmacéuticos, recibe un encargo especial de las altas instancias europeas: custodiar y distribuir en el territorio español una vacuna contra la gripe específica para los mayores de setenta años. Este será el hecho que desencadene una serie de acontecimientos vertiginosos en el apogeo de la terrible crisis económica que padece el planeta desde 2042.
Las dudas sobre la salubridad de las vacunas encomendadas llevarán al propio Leopoldo Rubio, a otros investigadores de sus laboratorios, a abogados y a periodistas afines, a adoptar una serie de medidas que los colocarán a todos al margen de quienes gobiernan. Frente al sistema establecido, se alzarán sus actuaciones individuales. Pesa sobre el mundo una amenaza enorme a la que deben hacerle frente, amenaza que pronto se convierte en un mal de dimensiones apocalípticas, poniendo en peligro no solo sus vidas, sino también las de un gran número de seres humanos.






No hay comentarios:

Publicar un comentario

Aquí puedes comentar libremente. Aunque permitimos comentarios anónimos, piensa que nos encantaría poner nombre/cara/avatar a cada comentario. La decisión es tuya :)