viernes, 28 de enero de 2022

Las aventuras de una mamá lectora, apareciendo en la tierra del miedo.

 Nada en la vida debe ser temido, solamente comprendido. Ahora es el momento de comprender más, para temer menos. Marie Curie 


Bienvenidos a nuestro rinconcito literario mis queridos Anaquelianos. Permitanme formular una pregunta para comenzar nuestra aventura: ¿ A qué le tienen miedo? 


Si esta pregunta me la hubieran hecho cuando estaba chica sin dudarlo contestaría que a los fantasmas, si nuevamente me hubieran formulado esa cuestión cuando tenía alrededor de veinte años les diría que tenía miedo de fracasar en mi empleo. Ahora bien, si me hacen esta misma pregunta el día de hoy creo que enlistaría una serie de miedos más grande que el Tratado de Kadesh celebrado entre Ramses II el rey hitita Hattusili III por allá del 1259 a.C. No crean que con la edad me he vuelto más miedosa, pero resulta que me convertí en madre y de pronto descubrí un mundo lleno de peligros, situaciones fuera de mi alcance y limitaciones que en mi juventud nunca llegue a poder comprender o siquiera imaginar. El ser responsable por otro ser humano te abre los ojos a nuevas perspectivas llenando tu mundo de ilusiones, pero también de temores que son difíciles de nombrar.


“La oscuridad era impenetrable al caer la noche. Su silencio se extendía más allá del miedo y el único consuelo era hundirse en un sueño profundo…” 

El gato blanco.




Valentina siempre ha sido una niña que no le tiene miedo a muchas cosas, por lo cual hace que su mamá tenga miedo de casi todo. Si estamos en el patio de juegos, ella decide subirse a la resbaladilla más alta y sin manos se desliza gritando, mientras yo me quedo con el alma en la boca pidiendo la intercesión divina para que ella no se caiga.


—¿No tuviste miedo?— le pregunto cuando llega al piso.

—¡Claro que no mamá! ¡Voy a subirme otra vez!

Y mis manos sudan frío de nueva cuenta.


Si estamos en una reunión donde no conocemos a muchas personas, ella no tiene miedo de ir y hablar por primera vez con alguien. Llena de seguridad camina hacia una persona que le ha llamado su atención ya sea por algún detalle en su vestimenta o por algo que esta haciendo y con toda naturalidad inicia una conversación. Así es ella abierta, honesta y sincera.

Cierto día estábamos caminando por un sendero entre árboles y rocas grandes, mi marido nos guiaba mientras Valentina y yo nos entreteníamos con cada piedra de forma diferente, con las hojas de los árboles que caían y los sonidos del entorno; en nuestro paseo llegamos a un punto donde teníamos que saltar de un lado a otro para así continuar, mi esposo cruzó primero para ayudar a nuestra pequeña excursionista y con su voz tranquilizadora le dice:


—No tengas miedo, aquí estoy yo para atraparte.

—Por supuesto que no papá, ¡yo soy una chica muy valiente!— contesta ella esbozando la sonrisa más amplia que he visto en mi vida.


Empecé este año con un privilegio enorme, leyendo el libro TIERRA DE APARICIONES de Ana Saavedra; si leyeron bien mis queridos Anaquelianos, al fin pude tener en mis manos el libro de “La jefa”. Cada relato esta lleno de ese misticismo envolvente que tienen las leyendas que nos cuentan nuestros abuelos, sobre situaciones que involucran seres del “más allá “y a veces también del “más acá”. Ustedes saben bien que mis momentos de leer son en la noche cuando mi pequeña ha decidido entregarse a los sueños que las hadas han preparado especialmente para ella; pues este libro no fue precisamente la decisión más prudente que he tomado, después de dos noches escuchando ruidos por todos lados y viendo sombras donde nos las había, decidí leerlo en intervalos durante el día. Más vale que digan aquí corrió que…


Avanzando en el tema, como he comentado anteriormente mi Valentina es una chica muy valiente, por algo tiene su nombre, ¿verdad?, déjenme compartirles que he encontrado su criptonita. El cepillo para desenredar el cabello.


“Desde que supe del emparedado no puedo evitar imaginarme a todos los demás que estarán allí entre columnas, sosteniendo las esperanzas ajenas…” Entre columnas.


Si me permiten recapitular un poco, les he dicho que mi pequeña tiene el cabello rizado, pero no les he dicho la pesadilla que es mantener ese cabello, aquí una pequeña muestra:

Temprano por la mañana cuando ella se ha levantado y hecho sus deberes la miro de reojo y veo todos sus cabellos salidos de lo que solía ser un bello “moño de bailarina”, la garganta se me seca, las manos me tiemblan y la valentía me abandona mientras le digo:


—Vale vamos a peinarte.

Ella más rápida que la velocidad de la luz sale a esconderse en el primer lugar que encuentra disponible y con vehemencia me grita:

—¡NO ME GUSTA PEINARME! Me jalas mucho mi cabello.

—Prometo que no te voy a jalar — digo con un hilo de voz mientras el sudor frío recorre mi frente.


Pero claro que esa promesa no la puedo cumplir, se que el cepillo se perderá en la inmensidad de su larga melena rizada y tendré que luchar encarnizadamente para volverlo a sacar.

Después de muchas suplicas, chantajes y amenazas fallidas he conseguido sentar a Valentina frente al espejo, aquí es donde comienza mi calvario.





Gritos, jalones, miradas que me atraviesan, lágrimas recorriendo mejillas acompañadas de suplicas de mi parte a todos los dioses que me pueda imaginar, al final he podido quitar los enredos de su cabello, ahora sólo falta acomodarlo en un estilo que a mi pequeña diva le parezca adecuado, pero somos interrumpidas por alguien que toca la puerta.


—Vecina, ¿está todo bien? — me pregunta el señor que vive a lado con cara preocupada.

—Sí, ¿Por qué la pregunta vecino? — mi respuesta ingenua.

—Estaba escuchando unos ruidos muy extraños, pensé que estaba exorcizando a su gata— me dice consternado.

—¡Oh no se preocupe vecino!– le digo aliviada—sólo le estoy cepillando el cabello a Valentina.


“Pude ver como todas las cosas que guardaba se convirtieron en sus pilares durante su vejez, cómo se apoyaba en ellos cada vez que la melancolía pintaba sus canas…” 

El Ropero.


Anaquelianos me despido de ustedes, no sin antes desearles que llegue a sus vidas un libro que los llene de coraje, valentía y determinación para enfrentar sus miedos, yo me quedo cepillando mis cabellos ya pintados de blanco por el temor de tener que peinar a Valentina de nueva cuenta. Rueguen por mi.


Erika C.











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