Autor: Lea Vélez
Editorial: Galaxia Gutenberg
ISBN: 9788416072439
Precio: 17,90€
Páginas: 256
Fue un otoño extraordinario. El otoño en el que tú me enseñaste a vivir y yo te enseñé a morir. Durante la última aventura, filosofamos, investigamos, leímos las viejas cartas de tu hermano Stephen. Las cartas que relatan una época y un pasado familiar. Gracias a una antigua foto en un sobre con matasellos de Sheffield, encontré respuesta a la dudosa paternidad de Gill. Me encanta hacer de detective. Las cosas de Stephen siguen en la buhardilla, metidas en sus cajas de bombones y a veces las saco y releo una poesía del cuaderno infantil. Allí, en la Inglaterra de 1957, estaban las respuestas y mientras yo escribía este Jardín transcribiendo cartas amarillas por el tiempo, tú lograste perdonar. Pienso en la sonrisa del otro protagonista de este relato: Francesc Boix. Te fascinó la vida del republicano español, testigo de Núremberg, fotógrafo de guerra. Yo te contaba sus hazañas, que están en esta novela y que no sé si es novela porque todo lo que se cuenta en ella sucedió de verdad.
Ese verano volvimos a Malmesbury. Tenías razón.
Es muy difícil enfrentarse a la muerte de un ser querido, porque el ser humano como tal, acostumbrado a su profundo egoísmo, nunca ha de aprender a decir adiós, la vida y las circunstancias hacen que, muchas veces, tengamos que aprenderlo de golpe y porrazo y esa misma vida, nos enseña no a olvidar, sino a recordar con cariño y sin dolor.
Tras la lectura de esta novela, descubrí a Lea Vélez como escritora, puesto que en un encuentro con un El club de Lectura Que Locura de Libros, tuve la oportunidad de conocerla en persona, en esa oportunidad nos habló de sus dos novelas, esta reseña está dedicada a “El jardín de la memoria” en donde, gran parte de ella, está dedicada al vía crucis que le tocó vivir frente a la enfermedad de su marido.
Cuando hablamos de cáncer, pueden ocurrir dos cosas y dos escenarios se presentan ante nuestros ojos: por un lado la incredulidad y luego la certeza en un ambiente de pena y mucha congoja, quizá de todas las enfermedades del siglo XX ésta sea una de las más devastadoras, según del que se trate y creo que en el fondo, prácticamente todos, nos hacen ver como un ser humano, que ha sido vida, trabajo y seguridad para muchas personas, poco a poco se va apagando hasta convertirse en un verdadero guiñapo, incapaces de moverse o de realizar un gesto tan simple como lo es comer.
Por desgracia, siendo más joven, me tocó vivir esta misma experiencia a través de mi madre, Lea ha sabido poner palabras a esos sentimientos que he llevado por años en mi corazón, librar esa batalla que desde el principio se sabe perdida pero, la fe hace que intentemos mover montañas y por ese egoísmo al que hacía mención antes, cuesta mucho decir adiós al ser humano que tanto se ama.
Junto a estas desgarradoras narraciones, hay otras dos paralelas: una que corresponde al fotógrafo Francesc Boix, detenido en Mauthausen durante la Segunda Guerra Mundial y a través de Stephen que nos hace ver la vida a través de sus ojos, este niño es hermano de George Collinson el marido de Lea. Los adultos asimilamos muy mal las enfermedades de nuestros seres queridos, mucho peor cuando se trata de un niño, Stephen es ingresado en el hospital por padecer de una leucemia, la novela entera habla de sentimientos encontrados pero este punto, ha sido el más difícil de leer.
A raíz del diagnóstico de su marido, esta escritora decide reconstruir su pasado a partir de unas viejas cajas guardadas en un armario de su casa y contarla, contársela a George, en tanto atiende las necesidades de sus hijos y sobre todo, las de su marido. Hace de un proceso tan triste, un acto de profunda humanidad, humildad y amor, en que los niños asumen un papel importante recorriendo este camino de una forma natural y normal, no sé si yo sería capaz de hacer lo mismo, la verdad es que de momento, prefiero no pensarlo.
Al contrario de lo que se pueda pensar, esta novela más que un camino tormentoso, es un canto a la vida por su esencia, por desgracia nadie está libre de padecer esta o cualquier otra enfermedad y lo que es peor aún, nadie se libera de la muerte, a veces llega hasta sin avisar y Lea, desde lo más profundo de su corazón, no es que nos de una receta o nos dibuje un gráfico de cómo llevar la situación, sino que nos abre la puerta de sus sentimientos y nos permite ver, que tras cada partida existe la esperanza para los que nos quedamos aquí.
Sobre la autora: Lea Vélez nació en Madrid, en 1970 al cobijo de una familia fanática de la literatura. Tras estudiar Ciencias de la Información en la Universidad Complutense, se licenció en periodismo en 1994. Pronto se dio cuenta de que además de escribir, le apasionaba el cine, así que decidió convertirse en guionista de ficción. Su tercera pasión es y ha sido siempre la música. Mientras recorría los pubs irlandeses del barrio Madrileño de Malasaña versionando a Dylan o Fleetwood Mac, terminaba su diplomatura en guión en la ECAM (Escuela de cinematografía y del Audiovisual de Madrid).
En 1996 recibió el segundo premio Terra-Antena 3 al mejor guión de largometraje por Como Las Olas -su primer guión de cine- y tras graduarse, comenzó a escribir, principalmente, para televisión. Hoy, las teclas de su ordenador cargan ya con más de seiscientas horas de ficción televisiva -sobre todo series diarias- entre las que se encuentran los éxitos de audiencia: La verdad de Laura o Luna Negra.
En 2014 ha publicado La cirujana de Palma en Ediones B y El jardín de la memoria en Galaxia Gutenberg.
(Gentileza Galaxia Gutenberg)
María Loreto
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