domingo, 1 de julio de 2018

Aniquilando historias

Porque siempre tú has tenido el poder...





Porque casi con toda seguridad cuando has leído un texto, visto una película o serie de televisión, has experimentado la sensación de que cada relato dejaba abiertas variopintas posibilidades que hacían volar tu imaginación. Y según desde el cristal por el que se mire,  ni los buenos no son tan buenos, los malos tan malos, las princesas tan débiles, o los príncipes tan azules (salvo el príncipe pitufo, por cierto, ¿por qué no hay un príncipe pitufo? Perdón... que me desvío... continúo.). Un apocalipsis era un paso hacia un nuevo comienzo, y un final feliz no significaba un “felices para siempre”. Y porque las perdices cuando vieron que la cosa cuajaba, salieron pitando.

Como ves, todo es cuestión de imaginación y creatividad y, en Anaquel Literario queremos que liberes tu talento y que TÚ elijas, sorprende al mundo con un giro narrativo que nadie habría imaginado antes.

Una vez al mes nosotros propondremos dos historias (libro, relato, cuento, fábula película, serie...)  para que elijas cuál quieres cambiar. De todos los relatos que recibiremos a nuestro correo, se elegirán tres, valorando calidad literaria y originalidad por igual. Estos serán anunciados en Anaquel Literario dentro de los primeros 5 días del mes siguiente. Finalmente, de todos ellos se elegirá un relato como ganador y este será publicado el día 15 en nuestra web y redes sociales, junto con una entrevista al autor, allí nos desvelarás los entresijos de tu propuesta.

Bases:

Recibiremos tu obra por correo en: anaquelliterario@gmail.com

Asunto del correo: Aniquilando historias + Título de la obra, ejemplo:

-   Asunto:   Aniquilando historias, Las mil y una noche.

La extensión que no supere dos folios en Word, tamaño de letra 12.

Plazo de entrega hasta final de cada mes.


Para esta primera entrega nuestras propuestas son:
- ‘Romeo y Julieta’ de William Shakespeare.
- ‘Regreso al Futuro’ (1985) de Robert Zemeckis, con Michael J. Fox y Christopher LLoyd.
Recuerda que estas dos obras son solo una propuesta, si tienes otra en mente, no dudes en enviárnosla.

Y como no hay nada más ilustrativo que un ejemplo de lo que te proponemos, nos hemos tomado la libertad de hacer dos y adjuntarlos a continuación:

‘LOS PILARES DE LA TIERRA’

Tom Builder no pudo reprimir las lágrimas cuando vio a su esposa Agnes moribunda, mientras sujetaba con sus manos enormes y curtidas a su hijo recién nacido. El crío lloraba con fuerza, y no sabía qué hacer con él, ni cómo calmar su llanto. Se consideraba hombre de herramientas y no de cuidados infantiles. Se vio a sí mismo, con las ropas roídas, cubierto por la sangre de Agnes y del bebé, con apenas un saco pequeño de ropa y algunos utensilios.
"¿Qué futuro le espera a este desgraciado hijo mío, si no tengo ni un mendrugo de pan que ofrecerle?", pensó.
Agarró la blusa que cubría los hombros de la mujer, envolvió con ella al niño, y le apoyó sobre el pecho de esta. El pequeño silenció su llanto, calmándose al sentir el calor de la prenda y de su madre, todavía con algunos grados positivos en su cuerpo. Tom besó a ambos con cuidado, se levantó, y cegado por el llanto dio la vuelta, dejando atrás a su familia.
Caminó unos pasos, todavía dudando por su decisión, y detuvo el paso de pronto. Pensó que no era justo para el pequeño rendirse tan pronto. Debía ser consecuente y responsabilizarse. Se lo debía a Agnes. Con rapidez volvió a girarse y en pocas zancadas regresó al lugar donde había abandonado a la mujer y al niño. En aquel solar divisó una figura envuelta bajo una túnica, agachada y con su hijo en brazos.
— ¡Eh, tú! Deja a mi hijo donde estaba, o te arrepentirás.
— ¿Eres su padre? -respondió un hombre.
—Por supuesto. ¿Qué pregunta es esa? ¿Quién eres?
—Mi nombre es Philip, y vivo con mis hermanos cerca de aquí ¿Cómo puedo saber que es cierto lo que afirmas?
Tom Builder se acercó al otro hombre, le agarró del cuello, arrebatándole al unísono a su bebé de las manos, y apretó con fuerza sus enormes dedos. El hombre se descubrió como un monje cuando cayó hacia atrás su capucha, dejando al aire su coronilla rapada. Tom hizo ademán de soltarle, pero para entonces ya le había dado muerte, destrozando su garganta. Soltó el cuello, y el cuerpo sin vida se derrumbó.
El niño permanecía dormido, y ni el golpe de aquel hombre religioso contra el suelo consiguió despertarle. Su padre registró los ropajes del monje, y extrajo unas pocas monedas y un pico de pan duro. Se marchó con el niño, sus útiles y unas pocas ropas, tras dejar el cuerpo de a quien consideraba el amor de su vida abandonado, junto al del primer hombre que mataba en su vida.
Caminó unos pocos pasos, y de pronto sintió un frío doloroso en la garganta. Percibió un líquido caer sobre su brazo, y al inclinarse para observar, descubrió que la sangre emanaba de su cuello. Sintió perder las fuerzas y a su hijo del brazo con el cual le protegía. Una mujer frente a él portaba un cuchillo en una mano, y al niño con la otra. Al instante, el cadáver de Tom yacía boca abajo sobre el barro, mientras la mujer que acababa de asesinarle se marchaba con el bebé.
FIN

Dani G. García.


 ‘PSICOSIS’

Estaba agotada, tras un viaje largo en el que había dejado atrás demasiadas cosas pendientes de un hilo. Sabía que en cierto modo estaba huyendo, pero en realidad se trataba de una travesía hacia sí misma, en el cual esperaba encontrar respuestas a unas preguntas que se empeñaban en ser retóricas.
Aquel Motel de carretera no aparecía en los mapas, pero si había llegado hasta allí debía de haber una buena razón, pensó. El amable hombre que le atendió en la recepción parecía una buena persona, aunque tenía un halo misterioso que provocaba en ella cierta inquietud. Parecía como si su exceso de cortesía fuera más allá del mero formalismo entre cliente y cara visible de un negocio. Incluso su nombre, Norman, era poco común. De hecho, jamás lo había escuchado antes.
Se despojó de su vestido, quedando en ropa interior, y se acercó hacia el espejo frente a la cama de la habitación. Se observó durante unos instantes, y antes de entrar en el cuarto de baño para relajarse con una ducha caliente, se dijo a sí misma: "estas curvas merecen algo mejor, querida". Desnudó su cuerpo por completo, lanzando al suelo el resto de la ropa, abrió la llave del agua y dejó unos minutos que esta se calentara, hasta llenar todo el ambiente de vapor. A simple vista solo quedó latente el rojo que cubría sus labios, además de su dorado pelo. Posó sus pies en el suelo de la bañera, sintiendo un escalofrío agradable por toda la piel en cuanto esta adquirió otra temperatura al mezclarse con el calor del agua. Y cerró los ojos.
Un sueño, más bien un recuerdo, se acopló dentro de su cabeza mientras la intensa lluvia de la ducha caía sobre su melena rubia. Motivaciones, trabajo y aspiraciones pasaron como diapositivas ante la penumbra de su subconsciente. Y al final de todo, él. Aquel hombre por el que había decidido marcharse, junto a las decepciones provocadas por el veneno de sus palabras huecas. De pronto despertó de ese tímido letargo, al sentir menos intensidad en el aire del baño. Parecía como si el espacio por el cual viajaba el vapor hubiera sido invadido. "Demasiadas emociones, boba", pensó haciendo una mueca invisible.
Estaba masajeándose el pelo cuando la cortina se abrió con violencia, dejando incluso caer algunas de las arandelas que la sujetaban. Sus ojos contemplaron una silueta similar a la que ofrecería una mujer de avanzada edad, con un peinado rural, blusa de encaje y falda por debajo de la rodilla. Aunque lo que provocó pavor y cierta parálisis fue el enorme cuchillo que portaba aquella figura terrible, la cual amenazaba con atravesar su desnudo y húmedo cuerpo. Por un instante creyó estar todavía sumida en el trance de sus recuerdos, pero el desconcierto de la duda le obligó a actuar. Sus manos estaban todavía apoyadas sobre el pelo, y al dar un respingo por la sorpresa de aquella mujer dispuesta a atacarla, rozó la roseta de la ducha. Se aferró a ella, arrancándola por completo, y cuando el cuchillo se disponía a clavarse en su estómago, golpeó repetidamente y con desesperación a la amenazante figura. Esta cayó al suelo al tercer impacto, pero en su viaje hacia al embaldosado suelo su rostro encontró el borde del lavabo, lo que provocó un crujido de huesos estremecedor, acompañado de un fino hilo de sangre que emanó de su frente.
Aun observando a la mujer tendida de bruces, el exceso de adrenalina le forzó a salir de la bañera para seguir derrochando violencia contra la extraña, hasta que dejó de reaccionar a los golpes. Apenas sin respiración, agitada, y llorando víctima de la excitación, se acercó a la señora. Su asombro se potenció al comprobar que aquel rostro no le era del todo desconocido. Una peluca había quedado al descubierto, y bajo ella cierta cara inquietante. Esa mirada perdida que había percibido desde el primero momento en Norman Bates.

Dani. G. García.


Te esperamos



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