viernes, 15 de octubre de 2021

Las aventuras de una mamá lectora, Frankenstein y las cosas perdidas

            




 Bienvenidos Anaquelianos otra vez a este rinconcito del mundo para compartirles una aventura nueva acompañada de Valentina y nuestro querido amigo Frankenstein.

 

Primero déjenme contarles que Frankenstein es uno de mis tantos libros favoritos, es difícil escoger uno, la verdad; es ese libro que siempre está a un lado de mi cama junto a todos los demás que les he prometido incontables veces que serán abiertos y leídos próximamente, pero que aún siguen en lista de espera. Más de una vez esa pila de libros me ha mirado recelosa porque en lugar de empezar una nueva lectura tomo a Frankenstein y me dejo llevar por las letras de Mary Shelley. Una de las frases que mejor puede expresar mi sentir sería haciendo mías las palabras de la creatura:

 


Al leer lo hacía a través de mis propios sentimientos y triste condición, y así llegué a encontrarme parecido, al mismo tiempo que distinto de los seres que protagonizaban tales historias o de aquellos cuyas conversaciones escuchaba…

 

Como han de sospechar Valentina ha mostrado un ávido interes por el libro con la cara del mostruo, en más de una ocasión he disfrutado enormemente el contarle la historia de un hombre que era diferente a los demás y que sufría mucho por ello,  después le explico la importancia de ser siempre amables con todas las personas, pues no sabemos por lo que están pasando. Claro que no es la versión original pero mi niña apenas tiene cinco años. También le he mostrado otras adaptaciones de este personaje tan querido por la humanidad, una de mis favoritas es la versión que se encuentra en la serie de 1964 de televisión The Monster Family. Esta serie nos ha acompañado muchas veces a la hora de comida arrebatandonos una que otra carcajada.

 

Dejenme explicarles mis queridos Anaquelianos que una mamá tiene que usar más de una técnica de convencimiento, persuasión o inclusive amenaza para poder lograr un fin… Bueno en un momento de brillantez maternal que tuve hace mucho, le comenté a Valentina que las mamás tenemos un poder especial y sabemos cuando los niños mienten; porque se les ponen las orejas de color verde, pero esto sólo lo podemos ver nosotras. Así que cuando quiero descubrir algo le pregunto: ¿Por qué tienes las orejas verdes? Acto seguido escucho la verdad completa salir de su pequeña boquita. También en alguna coyuntura del existir  cobró vida el Señor Nadie, quien es el responsable por las manchas de leche en el piso, los juguetes  desordenados y cosas extraviadas, inclusive a veces ha sido el responsable del desorden de mi marido; pero sin darme cuenta el Señor Nadie cambió de nombre y le comunicó a Valentina que se llamaba Fankentein.

Todavía tengo el privilegio de escuchar palabras mal pronunciadas como No te cupebes, que se traduce: No te preocupes. Le poni leche, que significa serví leche en un vaso, o de frases tan hermosas como: Las imágenes de mis ojos cuando duermo, teniendo de significado los sueños. Este privilegio se desvanece rápidamente entre los días, en un determinado momento una palabra pierde su magia y se convierte en el vocabulario de la vida diaria. A veces la maternidad implica aprender a soltar cotidianamente lo que más amas, para dar paso así a la nueva vida que se forma frente a mis ojos.

 




Siendo Frankenstein el culpable de la mayor parte de las cosas sin explicación, que suceden en casa, estoy acostumbrada a preguntar donde se encuentra mi blusa favorita, por ejemplo, para escuchar una respuesta de tipo:

Mamá Fankentein se la puso a mi muñeca Natalia, porque tenía frío.

Si no encuentro la tapadera del sartén del arroz, Fankentein la puso en la cocinita de Ana y Elsa, si mi pulsera está dentro de la alacena fue porque esa creatura la escondió allí.

 

Cierto día que Valentina hizo uso de su imaginación, considerando necesario tener todos los juguetes desparramados por la sala, pareciendo así que la casa había estornudado hacia dentro dejando todo fuera de lugar, sentí mías las palabras de la creatura:

 

 

Yo no estoy dispuesto a someterme a la esclavitud más abyecta. Vengaré todas las injurias que se me hagan, y si no puedo inspirar amor, inspiraré terror…

 

Y con la voz maternal que se puede tener en estos casos exclamé:

Valentina, si no están ordenados estos juguetes, los voy a desaparecer todos.

—Vamos corriendo chicos— contestó ella desde el otro cuarto.

Sus pasitos fueron acompañados de todos los amigos imaginarios que aún juegan con ella y la incitan a varias travesuras.

 

Cuando la comida estuvo lista, nos sentamos a la mesa, por supuesto la serie en blanco y negro de los mostruos nos acompañó.

Al terminar cierto plato de princesas se quedó sin levantar, a lo que pregunté que se haría con él, la respuesta que obtuve fue:

Fankenstein lo puede poner en el lavaplatos, mamá no te cupebes…

 

 

Aquí los dejo Anaquelianos, espero que se encuentren con un libro que les regale un personaje que se haga parte de sus vidas, regalándoles aventuras que se queden grabadas en su memoria y muy dentro de su corazón; yo mientras tanto averiguaré como cobrar renta al nuevo inquilino de nuestra casa Fankentein.

 

 

Erika C.

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