viernes, 29 de octubre de 2021

Las brujas verdes son buenas niñeras, Las aventuras de una mamá lectora

             



El fresco viento que me regalaba el amanecer despabilaba mis sentidos mientras la carretera se desplegaba frente a nosotros, el sol se asomaba despeinado por el horizonte al igual que mi reflejo por el espejo retrovisor; faltaba poco por llegar a casa, pero en mi mente seguía yo sentada en el auditorio con las luces de color verde tenue fluyendo frente a mí, podía ver el Dragón del Reloj y escuchar la melodía de las canciones que acompañaban la historia de La Malvada Bruja del Oeste. Desde que me enteré de que la obra de teatro Wicked daría funciones, mi mente trazó un meticuloso plan para poder ir a verla. Esto involucraba primeramente convencer a mi marido de ir a sentarse dos horas a escuchar un musical; que para ser totalmente honesta con ustedes no fue una tarea fácil ya que dicha representación teatral carecía de zombis y de monstruos acechando a inocentes corriendo sin esperanza, pero si se excedía en cantos y bailes nada atractivos para su gusto. Mas mi poder de convencimiento triunfó y compramos los boletos, también el ir a ver la obra implicaba un cruce de fronteras hacía el vecino país del norte, por lo que el plan debía incluir el reservar una habitación de hotel para pasar la noche. El día elegido estuvo perfectamente organizado, me levanté muy temprano e hice todos mis deberes tratando de aparentar calma, cuando en realidad por dentro estaba que brincaba en un solo pie de la emoción. Tenía mi vestido preparado junto a mis zapatos de color rojo que lo acompañaban, todo como lo había visualizado en mi cabeza desde el primer momento. Cuando se llegó la hora de partir tomé mi libro de la Bruja Verde y me subí al auto: “Vamos a ver al Mago de Oz” dije cantando mientras mi marido se reía por mi entusiasmo infantil. Cuando la obra terminó fuimos a cenar, pero como ya casi era media noche fue difícil encontrar un lugar abierto, aún así nos topamos con unas hamburguesas deliciosas, mas no se si fue el hambre o la alegría que aún permeaba en mi lo que las hizo tan sabrosas. Por circunstancias que no vale la pena mencionar nuestra reservación de hotel no fue respetada, lo que nos llevó a la tarea de buscar algún otro lugar para pasar la noche. Cual fue nuestra sorpresa que todos los hoteles estaban llenos y no pudimos encontrar habitaciones disponibles; al habernos dado cuenta de nuestra falta de alojamiento fue que decidimos regresar a casa cuando el reloj anunciaba que pasaban ya de la 1 A.M. Esta serie de eventos fue la que originó la escena que les he compartido al inicio de esta aventura. 

 

Queridos Anaquelianos, gracias por acompañarme en nuestro rincón de Anaquel Literario junto a una de mis brujas favoritas, Elphaba Throop La Malvada Bruja del Oeste.

 

Antes de ser madre mi vida estaba llena de situaciones que en ocasiones se asemejaban a las historias de Alicia en el País de las Maravillas, siendo yo el conejo blanco que siempre miraba su reloj porque llegaba tarde. Todo el día se me pasaba en cumplir asignaciones y solucionar situaciones tan efímeras, pero a la vez tan complicadas ocasionándome así mis primeros cabellos blancos. Entre auditorías y reuniones siempre me escabullí en los libros para poder mantener mi cordura, uno de ellos como bien adivinan fue Wicked de Gregory Maguire. La historia de la Bruja Verde siempre me fascinó y cuando por fin pude meter mi nariz en el libro fue uno de los momentos más gratos de mi vida. Claro que la historia que se desplegaba frente a mis ojos nada tenía que ver con la que yo creía conocer, así que tuve que ajustar mis lentes y sentarme a leer bajo una nueva perspectiva.

“Me gusta el sonido de las palabras, pero nunca espero que mi lenta y sesgada impresión del mundo cambie con lo que leo. "

 


Esta frase fue una de las que me hizo entender que me había adentrado en un mundo muy diferente a la del camino de ladrillos amarillos me había llevado tiempo atrás.



El tiempo pasó y el libro regresó a su lugar en el librero, mi vida seguía circulando alrededor de los auditores y las finanzas que nada feliz me hacían, pero que me enseñaban bastante. Hasta que un día por la insistencia de mi sobrino, que cada vez que me veía me decía: “Tía, tú tienes a mi hermanito en tu barriga”, decidí hacerme una prueba de embarazo y para mi sorpresa resultó que mi pequeño “bodoque” tenía razón.

La incredulidad no me permitía hablar para decirle a mi marido lo que había descubierto, mi falta de aceptación en las dos líneas de color rosa que estaban frente a mí viene de una historia muy larga con una enfermedad que me ha marcado y me ha formado hasta llegar a ser lo que soy ahora; varias veces escuché decir a los médicos que yo no podría ser madre, que no albergara muchas esperanzas; pero aun así en mi corazón siempre hubo una pequeña luz que nunca se apagó, aunque en ocasiones era bastante doloroso verla encendida y mi falta de fe quería apagarla para no volver a pensar más en ella.

 

Cuando me hube recuperado del susto y mi marido supo lo que estaba sucediendo fue el momento más feliz de mi vida, todo lo sufrido habría valido la pena si al final podría yo tener a mi bebe en brazos, pensaba. La alegría se mezcló con el miedo a los pocos días de la noticia, varios hallazgos me hicieron ir a dar con el médico, quien conociéndome de muchos años atrás se había ya convertido en un amigo para mí, él me prescribió entre muchas otras cosas reposo absoluto. Si había una posibilidad de lograr a mi bebe, esa sería la única forma de hacerlo.

 

Siendo yo amante de la vida en movimiento, fue difícil sentarme en la cama y ver como todo seguía su curso. Ahora me tocaba ser espectadora. Mientras mi barriga crecía, la pila de libros al lado de mi cama se hacía más pequeña, debo de admitir que al principio si fue muy difícil abandonar de un solo golpe todo lo que, pensaba yo, me había definido, pero al poco tiempo mis amigos los libros me brindaron esa compañía tan necesaria, abriéndome nuevos mundos de aventuras que podía yo experimentar sin tener que mover un solo dedo.

Nuevamente Wicked estuvo allí para llevarme a la Ciudad Esmeralda; en las largas noches que Valentina no dejaba de patalear yo leía en voz alta para que se calmara y eventualmente me dejara dormir un poco; desde ese entonces ella ya me dejaba ver lo que sería mi vida a su lado, un sinfín de aventuras.

 




… “Pero ¿vale la pena vivir en la forma incorrecta?, dijo Elphie.

El interior no cambia, respondió la Princesa Nastoya, excepto por la propia intervención, de la cual no debes tener miedo, sólo tener cuidado…

Escúchame hermana, continuó la Princesa Nastoya, recuerda esto: Nada esta escrito en las estrellas. No en estas estrellas o en algunas otras más. Nadie controla tu destino…

Elphaba no podía responder…

 

Me despido por el momento mis queridos Anaquelianos con estas palabras, que para mi resultaron ser verdaderas. Ahora siguen mis pasos pequeños piececitos que utilizan mis zapatos rojos para jugar por la casa secuestrando mi libro mientras se pretende que es leído; mis costumbres son imitadas de manera silenciosa lo que me hace darme cuenta de la responsabilidad que tengo sobre mis hombros y agradecer cada día cuanto amor recibo entre sonrisas, muñecas por el piso y travesuras interminables.

 


Erika Castillo

 

 

 

 

 

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