No quisiera causarte otra cosa que no sea alegría y rodearte de una felicidad calma y continua para recompensarte un poco de todo lo que me das a manos llenas en la generosidad de tu amor.
Víctor Hugo
Queridos Anaquelianos el día de hoy esta mamá lectora está de fiesta y ustedes son los invitados en primera fila. La razón: el cumpleaños de Valentina.
Estos últimos días han sido un torbellino donde la única constante ha sido el cambio.
Hace una semana pude presenciar desde una pequeña silla de escuela a mi niña desfilar por una explanada para recibir de manos de su maestra de preescolar su reconocimiento por haber concluido esta primera etapa en su educación. Su cara de felicidad no se podía comparar con ninguna otra, a pesar de que su experiencia en la escuela no fue la “tradicional” debido a las circunstancias que atravesamos como humanidad; aun así, ella vivió con un entusiasmo cautivador cada una de las aventuras que “la escuela de niña pequeña” le tenía preparadas. Cuando la vi dirigirse con aplomo al escuchar su nombre, un torrente de imágenes se agolpó de pronto en mis ojos llevándome a recordar todo lo que hemos vivido juntas.
Si hago una cuenta regresiva en esta misma fecha el año pasado estábamos en casa celebrando con pastel de chocolate y globos por todos los sillones, hace tres años vivíamos una aventura irrepetible a más de mil kilómetros de nuestro hogar, cuatro años atrás festejábamos con Elsa y varios copos de nieve nacidos de la brillantina más tenaz que jamás he conocido; ya que aún hoy en día tienen el atrevimiento de hacer acto de presencia en los lugares más insospechados; pero la imagen más nítida es de hace seis años, mientras arrullaba a una pequeña niña por primera vez, colocándola sobre mi pecho y diciendo su nombre en un susurro, temiendo que todo fuera un sueño y la realidad de pronto hiciera acto de presencia para reclamarme en sus manos de nueva cuenta.
Seis años después, miles de travesuras y desveladas de por medio, me encuentro cada noche arrullando a una cabecita de cabellos rizados y susurrando su nombre, diciéndole lo mucho que la amo y lo maravillosa que ha hecho mi vida desde que llego a mí.
“Vamos a ver, pensemos: ¿era yo la misma Alicia cuando desperté esta mañana? Ahora que lo pienso, me parece que en realidad me he encontrado algo distinta de ayer… Pero, si ya no soy yo, ¿quièn seré?”
Permitanme citar a Heráclito en una de sus más conocidas frases: “ El tiempo es un juego que se juega muy bien por los niños” y si le preguntan a Valentina, creo que es una experta en este tema.
Para ella, cumplir años es un motivo de celebración enorme, su mirada se llena de gozo cuando habla sobre “el día de mi cumpleaños” y hace planes tan elaborados como cambiantes; un día quiere celebrar rodeada de unicornios y al otro las invitadas al banquete son las sirenas que cantan al atardecer. La lista de regalos es un poco más larga que la novela de Marcel Proust En busca del tiempo pérdido y no estoy exagerando en lo más mínimo. El mes pasado el plan era ir a pasear y ahora todo ha cambiado de nueva cuenta.
— Mamá, cuando sea mi cumpleaños me haces un pastel de fresa por favor — me dice mientras hago la comida del día.
— Oye mamá, y si el día de mi cumpleaños vamos a pasear a las montañas — comenta mientras le doy un baño.
— Mamá ya se que quiero para mi cumpleaños, ¿te acuerdas de la muñeca que tiene muchas bolsas? ¿me la puedes regalar también? — me dice antes de dormir.
Lo más interesante de todo esto, es que Valentina ya está planeando su próximo cumpleaños, el número siete…
“Creo que sí, que has perdido la cabeza, estás completamente loco. Pero te diré un secreto: las mejores personas lo están.”
Y si me dejan compartirles otro secreto mis queridos Anaquelianos, es que Valentina ha celebrado más de seis cumpleaños. En repetidas ocasiones llegan ella y su papá con cara angelical y con la mirada del gato de las caricaturas del ogro verde que a todo mundo le cae bien, solicitando de una manera demasiado amable que les hornee un pastel. El motivo: No hay motivo.
Esta mamá que tiene una debilidad por el chocolate, siempre pone de condición este sabor, así todos salimos ganando. Cuando la tarta se encuentra en la mesa en sus últimos segundos de existencia, Valentina sale corriendo y agarra una silla para alcanzar el gabinete más alto, de puntitas estira su mano hasta donde tengo escondidas muy insecretamente las velas de los cumpleaños anteriores, escoge la que más le agrade en ese momento y regresa corriendo de nueva cuenta. Nosotros ya sabemos lo que procede, por lo que yo tomo un cerillo y empiezo a encender la velita de cumpleaños, al unísono cantamos Las mañanitas para Valentina y luego ella pedirá un deseo. Sólo después de esto es que está permitido comer pastel.
Si hacemos cuentas de las veces que Valentina ha apagado las velitas de cumpleaños, creo que ella pronto llegará a la edad de ochenta años. Aquí se aplica muy bien el dicho que reza: La edad es sólo un número.
“Entonces también es mi no-cumpleaños hoy.
– ¿De veras? –
¡Ay, qué pequeño es este mundo!”
Con toda la intención de que para estas fechas estuviera terminado fue que invité a Valentina a leer a Lewis Carroll y su libro Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas. Cada noche antes de dormir leíamos algunas páginas de las aventuras de esta niña tan sabia, curiosa y valiente, yo esperaba emocionada el momento de la fiesta del té y la celebración del “No cumpleaños”, quería ver la cara de felicidad de mi pequeña e ilusionarme con ella. Cuando por fín llegó la lectura, fue interrumpida por una pregunta:
— Mamá ¿Todos los días podemos celebrar el no cumpleaños?
— Creo que sí— contesté sin pensar en las consecuencias de mis palabras
— Bueno, entonces tendrás que hornear un pastel todas las mañanas…
“Cuando leía cuentos de hadas, creía que todas esas cosas eran imposibles, ¡y ahora estoy viviendo una de ellas!
Mis queridos Anaquelianos me despido de ustedes agradeciendo que me permitan compartir mis aventuras de la mano de mi querida Valentina, les deseo que encuentren un libro que provoque que su realidad se convierta en un cuento de hadas y puedan vivir cada uno de sus anhelos más preciados, yo mientras me preparo para comer otra rebanada de pastel y cantar Feliz Cumpleaños en el día del cumpleaños…
Erika C.
Me encanta tu blog, me transmites todo ese amor que tienes por tu nena y es hermoso. Ese amor tan puro, tan pulcro, tan entregado. Me has hecho llorar ¡Muchas gracias por tus letras! Un placer y un deleite
ResponderEliminar¡Felicidades para la nena!
ResponderEliminarGracias por sus palabras, es un privilegio enorme compartir con ustedes mis bendiciones 💖🌟
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