martes, 27 de febrero de 2018

Alas de Papel, relatos Febrero 2018




Relatos escritos por
 los niños y jóvenes del taller
"Alas de papel para niños y jóvenes escritores"


LA CAPA DE LA INVISIBILIDAD
Alexa Guadalupe Sandoval Rivera 

La muerte quería llevarse a todas las personas del mundo, cuando la gente se dio cuenta de sus planes se preocupó mucho, pero había un hombre que tenía una capa súper grande donde cabía mucha gente, esa capa era de invisibilidad. Las personas comenzaron a pedírsela prestada y así fueron salvándose. 
Pero ya no alcanzó a ponerse la capa, así que cuando la muerte llegó hasta él se lo pudo llevar sin problemas. Desde entonces, la gente va el día de los muertos a ponerle flores y le lleva lo que le gustaba de comer como agradecimiento a su sacrificio. 

Alexa Guadalupe Sandoval Rivera 
tiene 10 años y desde hace un año y medio pertenece al Taller Alas para niños escritores de Mellado patrocinado por Minera Mexicana El Rosario subsidiaria de Great Panther Silver S.A. de C.V.
Su comida favorita es el espagueti verde con milanesa, de grande quiere ser artista plástica y su autor favorito es su maestra Elena. 



MONSTRUO
Ana Paula Ángeles Torres

La luz de mi lámpara parpadea al ritmo de mi respiración, profunda y tranquila. Las sábanas frías cubren mi piel chinita y tiembla por la suave brisa que la envuelve colándose por la ventana entre abierta. El piso de madera cruje con cada movimiento que hago y las bisagras de la puerta rechinan, la cortina se sacude por el viento y la luz de la luna llena ilumina mi espalda. 
Un gran ropero se eleva ante mis ojos a una distancia espeluznante, un ropero que me intimida todas las noches, que me provoca pesadillas, que me acecha durante el día bajo la luz del sol a horas en las que es imposible tener miedo. Con puertas imponentes de madera con elegantes símbolos tallados como decoración, está pintado con un color vino muy fino y hecho con precisión sin ningún error. Un ropero hermoso. 
Pero, tras esa hermosura estática, se esconde la causa de mi miedo, una sombra que me persigue y me atormenta a cada hora. 
Como cada noche, observo el ropero, con la esperanza de que no se vuelva a abrir de nuevo, con la esperanza de que me deje descansar, de que me deje dormir la noche completa.  
Todas las mañanas al sonar el despertador, despierto con grandes ojeras bajo mis ojos, con el cabello alborotado y enredado, con la piel sumamente pálida y el corazón en mi garganta, latiendo rápido. Papá me pregunta si pasó algo malo mientras coloco mi mochila a mis espaldas y simplemente niego con la cabeza.  
"El monstruo de siempre" le susurro cortante, esperando que no me escuche e ignore el problema de una vez para simplemente subir al auto y llevarme hasta la escuela sin cruzar palabra alguna del tema. Pero no lo hace. Y como cada mañana se repite la misma historia. Él respira hondo y exhala con fastidio, toma mis hombros con sus grandes manos, se inca ante mí y dice con su voz firme y gruesa: "Los monstruos no existen, son una barrera en nuestra mente, una barrera de miedo inexistente, no puedes temerle a lo que no conoces" después me dirige una sonrisa con cierta empatía, saca las llaves de su bolsillo y se dirige al auto como siempre. 
Sé que él está equivocado, porque lo que nos hace tener miedo la mayor parte de las veces es lo desconocido, lo que no conocemos, lo que no podemos ni imaginarnos cómo va terminar, pero nunca le llevo la contraria porque odio terminar en debates con él, porque piensa que por ser adulto y mi padre, tiene razón. Piensa que no puedo verlo y me lo imagino, pero es más real que cualquier otra cosa, puedo sentirlo, puedo verlo e incluso tocarlo. 
Mi corazón late lento ante las memorias de cada día pero se comienza a intensificar cuando observo las puertas del ropero abrirse de nuevo como ya es costumbre trayéndome de vuelta al presente, al horroroso presente. 
Las puertas continúan abriéndose, dejando ver poco a poco prendas de ropa colgadas en ganchos, zapatos desordenados en una esquina, todo oscuro. 
Oscuridad. Y el monstruo. Un espejo. Un espejo en medio del interior del ropero, la luna llena se refleja en él, la ventana las cortinas y la cama también pero más importante el monstruo que me aterra. El chico que se refleja en el espejo, acostado, con su cuerpo escondido bajo las sábanas, la piel pálida y temblorosa, grandes ojeras y ojos inyectados en sangre. Ese chico me aterra, ese monstruo horrible, es mi peor enemigo, la peor de las personas. 
Lo veo por todos lados, me persigue por cualquier espejo, por charcos de agua, por fotografías, convertido en una sombra y nunca se detiene. 
Le gusta verme sufrir, le gusta hacerme sentir menos, le gusta ser un monstruo. 
Su mirada demacrada me observa con maldad, sus ojos penetrantes se encuentran con los míos y me posee, yo mismo me poseo, me odio y me duele ser un monstruo. Me duele tener que ser mi propio monstruo, mi enemigo. Odio tener que verme a los espejos porque simplemente veo lo mismo. El mismo monstruo que no me deja dormir. El mismo enemigo que me hace sufrir. Mi reflejo en un espejo. 

Ana Paula Ángeles Torres
 es estudiante de Secundaria, apasionada del teatro y la escritura. Tiene 15 años y estuvo en el taller de escritura creativa con Isabel Gama -coordinadora del Taller Alas para jóvenes escritores en Querétaro- durante 2 años. 
Su platillo favorito son las enchiladas. No tiene escritor favorito pero le gusta mucho Madeleine Roux. Le gustaría dedicarse a la actuación, a ser dibujante y a ser escritora.


EL VAGAMUNDO
Braulio Eduardo Hernández Leyva

Había una vez un vagamundo. Estarán pensando "¿qué es un vagamundo?" pues es una persona que va recorriendo mundos de fantasía. Mi vagamundo se llama Rodolfo, tenía un bigote color carbón, un copete de igual color pero patillas rojas. Era culto y tenía ropa desgarrada por los gigantes de varias tierras.
Él era muy amable y gentil, un día se fue al mundo de los humanos y ahí hizo una amiga, dejó de vagar y se quedó con ella porque los vagamundos al final de cuentas siempre buscan un hogar.

Braulio Eduardo Hernández Leyva 
tiene 10 años y desde hace 5 meses pertenece al Taller Alas de niños escritores en el Colegio Lolek, en Guanajuato, México. A Braulio le encantan las hamburguesas y su autor preferido es Antoine de Saint-Exupéry  por su novela "El Principito". Cuando sea grande quiere ser arquitecto.


Lety
Celeste Morales

Una vez, un día común y corriente me encontraba en mi casa con mi abuela y unas horas después, llegó mi mamá contenta porque traía una perrita.
Cuando la vi, me encariñé al instante y la tomé en mis brazos; era chiquita, color negro, ojos oscuros y gordita.
Comenzamos a decidir qué nombre le pondríamos y llegamos a la conclusión de llamarla ''Lety''.
Desde su llegada, se quedó en casa, durmiendo en su cucha afuera acompañada del perrito que tenía mi hermano. 
Unos días después, llegaron las vacaciones y debíamos irnos, por eso mismo, Lety se quedó en la casa de mis abuelos.
Con el transcurso de los días, volvimos y allí estaba ella, esperándonos muy felizmente. 
Al día siguiente me levanté y fui hasta afuera para saludar a Lety, pero me encontré con que no estaba en el patio, por lo que me empecé a gritar su nombre y silbar, pero nada… Lety no respondía. 
Con mi mamá fuimos a buscarla, recorriendo el vecindario, pero desgraciadamente ya era tarde, Lety había muerto.
Hoy, está en mi recuerdo, extrañándola siempre por ser mi gran compañera. 

Celeste Morales 
pertenece al Alas Argentina para niños y jóvenes escritores. Vive en Caleta Olivia, Santa Cruz, Argentina. Es alumna del Taller desde hace un año. Actualmente tiene 10 años de edad. Su comida preferida es Fideos al horno, una comida hecha por la nona de su abuela de Austria. Cuando sea grande quiere ser Geóloga. Sus escritores favoritos son José Hernández por el Martín Fierro y Antonio Rolando Arenas por diálogos internos

EL HIMNO
Dilan Gael Melendez Murillo

Había una vez una serenata tan popular que no se dejaba de escuchar en todo el mundo, entonces una persona invadió el pueblo y los campesinos murieron porque solo podían defenderse tirando piedras y palos.
A partir de aquel día esa serenata fue su himno y los que quedaron lo siguieron cantando en señal de respeto y dignidad. 

Dilan Gael Melendez Murillo
Tiene 8 años y desde hace un año y medio pertenece a Alas del Taller de Cata patrocinado por Minera Mexicana El Rosario subsidiaria de Great Panther Silver S.A. de C.V. en Guanajuato, México. A él le gusta mucho el mole que prepara su mamá, su escritor favorito es Óscar Wilde y aunque todavía  no decide lo que quiere ser cuando sea grande, le gusta mucho escribir y dibujar.



LA VIDA DE ORLANDO
José Manuel Galicia Chávez

Érase una vez, en un poblado de México, un niño llamado Orlando. Orlando era  aventurero y valiente y le gustaba salir a buscar experiencias nuevas  cada día, incluso sin que lo detuviera el bullying constante que sufría. Él seguía adelante sin importar lo que se cruzaba en su camino. Aunque venía de una familia de escasos recursos que estaba integrada por su mamá, tía, prima y él, no tenía la apariencia de un niño de la calle sino la de un niño muy pobre que pasaba por muchos sufrimientos. 
Su prima llamada Natalia tenía un retraso físico y mental que le impedía asistir a la escuela, además de que su mamá ganaba muy poco dinero y no tenía posibilidades de darle una educación. Pero aun así él superaba sus problemas poco a poco sin importar lo que pasara. A veces sentía la derrota pero aguantaba y resistía, cada vez se volvía más fuerte y lograba levantarse. A veces, sus amigos trataban de influenciarlo para hacer cosas malas pero él aprendió una cosa muy importante: "en la vida no hay que caer en malos hábitos ni tentaciones, sin importar lo que suceda."
El sueño más grande que tenía era llegar  a la cima más alta para poder mantener a su mamá, a su tía y a su prima; para cumplirlo era necesario que siguiera estudiando aunque a veces le costaba trabajo no caer en la malicia de los amigos que buscaban echarlo a perder a pesar de ser el niño talentoso que era. 
Un día, la tristeza por lo difícil de su situación lo venció y se puso a llorar, sucedió que en el reflejo de su llanto vio a su difunta abuelita Ernestina que él tanto recordaba, ella lo llamó:
─Orlando…Orlando
Y él respondió confuso:
─ ¿Quién anda ahí?
─Soy tu abuelita Tina
─Ahhh, abuelita ¿Qué haces aquí? Tú estás en el cielo ¿Cómo hiciste para venir?
─No te preocupes por ello, te he venido a decir que no te rindas tan fácilmente, tú eres un niño talentoso y lo has demostrado. No te dejes caer en la perdición, eres un niño valiente y fuerte ¡No te rindas!
Desde entonces la vida de Orlando cambió, ahora él ya no  hace caso a las malas influencias. Con el tiempo fue un arquitecto exitoso, conoció a Valeria, el amor de su vida, y cuando pasaron los años le pidió matrimonio, se casaron y tuvieron dos hermosos hijos: Thiago y Lucki. Fueron muy felices por siempre.

José Manuel Galicia Chávez
Tiene 13 años, forma parte de Alas para niños escritores de manera independiente desde hace un año y recibe sus clases  por internet  ya que él vive en Naucalpan de Juárez en el Estado de México. Su escritor predilecto es Stephen King y su comida favorita el espagueti. Sueña con ser escritor o militar. 



EL CHANGO CON BOTAS
Vicente Tapia Mosqueda

Érase una vez un minero que justo antes de morir decidió obsequiarle al rey un chango. En cuanto llegó al castillo, el chango fue aventado en un desván y mientras estaba ahí encerrado observó unas botas, un gorro y un cinturón con espada. Con un hacha que encontró en el mismo mueble rompió la puerta. Al escuchar el ruido, el Rey mandó a 90 soldados para que revisaran el castillo, el chango en cuanto los vio venir hacia él luchó contra ellos, los soldados no pudieron derrotar al chango porque era muy ágil.
El chango vagó por las escaleras hasta que se topó con el Rey, quien asustado de verlo libre y vivo le pidió disculpas. Entonces el chango le dijo que si ayudaba a los pobres de las aldeas lo dejaba vivir. El rey desde entonces ayudó a gente necesitada de las aldeas hasta que murió. El chango heredó la fortuna del Rey con lo que se compró botas, gorro, cinturón y espada nuevos.
Pasaron tres años y el chango se casó, con el paso del tiempo tuvo dos hijos a los que les compró botas, gorro, cinturón y espadas. Y luego, acompañado de su familia, viajó por todo el mundo muy feliz.

Vicente Tapia Mosqueda
Tiene 10 años y desde hace 5  meses es alumno del Taller Alas para niños escritores en la Comunidad de Mexiamora patrocinado por Minera Mexicana El Rosario subsidiaria de Great Panther Silver S.A. de C.V. A Vicente le gusta mucho el arroz con leche, su autor favorito es Roal Dahl. Todavía no decide lo que desea estudiar cuando sea grande. 




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