miércoles, 11 de marzo de 2015

Los Cosacos, León Tolstoi

Los Cosacos, León Tolstoi




Lukashka y Olenin son dos hombres completamente opuestos que cruzan su trayectoria de vida como dos rayas trazadas en la arena, cerca de sus extremos.
Por un lado, Olenin es el individuo que trata de encontrarse cuando es demasiado tarde; tiene sus momentos de iluminación y lo único que consigue es consumirse arrastrado por el peso irremediable de la vida inútil de su pasado, incapaz de transformar su existencia conforme a las visiones que alcanza a tener en su experiencia campirana. La vida simple, tan preciada para Tolstoi, le muestra las lecciones de la felicidad verdadera, pero las mantiene cruelmente fuera de su alcance, como si las impurezas de su historia le impidieran llegar a la orilla, como un condenado a navegar por siempre.
Por el otro, Lukashka es el aprendiz de cosaco, el buen salvaje rousseauniano. Joven bien intencionado, inocente, incapaz de comprender las complicaciones que se extienden más allá de la vida natural. Por medio del consumo inaudito y famoso de vino, Lukashka se aleja cada día de la inocencia bucólica y se convierte en un soldado, simple y vulgar, aunque todavía no madurado en vicios.
Estos dos hombres giran alrededor de Maryanka, la muchacha fresca e inspiradora, la mujer sana y trabajadora, toda digna de admiraciones, y además excepcionalmente bella. Es una futura esposa que ve cómo se le va de las manos la joven que nunca podrá ser, entre el duro trabajo manual y las costumbres del pueblo, que acepta su matrimonio arreglado con resignación y entereza, que coquetea con el ruso desatinado con la sabiduría de quien puede ver más allá de las promesas exhaltadas.
Pero nada de eso importa porque el capricho del destino, como un viento fuerte, sopla sobre esta caligrafía en la arena y la borra de un golpe.

II

Tolstoi es un artífice excepcional para crear atmósferas, estados de ánimo. En la mejor tradición romántica sintoniza el espíritu de un personaje con su entorno. El mejor ejemplo ocurre cuando Olenin va por primera vez al bosque solo, sin mayor compañía que el perro de Eroshka. El bosque brilla en su esplendor esmeralda y aromático, pero toma de inmediato un tono azul cuando Olenin se pierde y la angustia se apodera de él. El ajuste de velas es simplemente asombroso. Interiores, exteriores, fiestas populares, espacios personales, paisaje circundante, escenarios de acción. Todo ajusta sin esfuerzo. Se puede sentir el frío en sus descripciones; los aromas están presentes; el color de los personajes es vibrante y preciso; incluso la descripción exhaltada de Maryanka es perfecta. Pero ninguna imagen cansa. Son tableaux vivants, lo que cuadra admirablemente con la promoción de los paisajes soberbios del Cáucaso y la vida regional que se encoge de hombros ante el paso del tiempo.

III

Etnias. Sabores, canciones, costumbres, colores diferentes. De un lado del río o del otro. Visitantes lejanos que extienden su mano dictadora desde la artificialidad de Moscú y que tratan de encajar en la provincia ruda al pie de las montañas. Tolstoi, viejo, aprecia con toda su fuerza la vida sin sofisticaciones del campo, pero no deja de notar la manifestación de las mismas pasiones que afectan a los hombres. 

IV

Las palabras grandes, las imágenes enormes. Cuando el ángel del silencio se establece entre un círculo de hombres que contemplan un cadáver. La sabiduría femenina que controla bajo el subterfugio de la sumisión porque no puede contravenir las costumbres de los hombres. El momento de iluminación que, trágicamente, no puede salvar a un hombre de sí mismo porque el pasado lo alcanza sin esfuerzo. La desconfianza, la competencia por la misma mujer. La mirada de Maryanka que dice, al estilo de Baudelaire, "yo que pude haberte amado; tú que lo supiste" y el giro del rostro que continúa el verso para aniquilar la posibilidad de unir a un moscovita con una cosaca.

V

El vino fluye en cantidades que compiten con el río adyacente. Desayuno, comida, cena, celebración, consolación, desaire, fortalecimiento de la resolución, embrutecimiento de los sentidos, vehículo diplomático, moneda de cambio, lazo de amistad, cortesía. Multifacético como sus resplandores dentro de la copa.


Colaboración de Rodrigo Romo


León Tolstoi


(Liev Nikoláievich Tolstói; Yasnaia Poliana, 1828 - Astapovo, 1910) Escritor y ruso. Hijo del noble propietario y de la acaudalada princesa María Volkonski, Tolstói viviría siempre escindido entre esos dos espacios simbólicos que son la gran urbe y el campo, pues si el primero representaba para él el deleite, el derroche y el lujo de quienes ambicionaban brillar en sociedad, el segundo, por el que sintió devoción, era el lugar del laborioso alumbramiento de sus preclaros sueños literarios.


Colaboración de Rodrigo Romo

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